martes, 31 de mayo de 2011

Cap 3 ~Sombras~

            -Mi nombre es Tundrameredik un placer conocerlo-susurró una mañana Tundra mientras practicaba una respetuosa y cortes reverencia frente al espejo de su cuarto - como ha estado su día?
            -Eso fue bastante bueno Tundra, seguro el señor Arden lo aprueba-le dijo animado Salin, que estaba sentado en el borde de la cama mirando como su amiga practicaba las normas de cortesía que le había estado enseñando Arden hacia algunos días.
            -¡Ahhh! Ya no lo soporto. Esto es demasiado aburrido, no me importa que diga Arden –reclamó la pequeña sacándole la lengua a su reflejo completamente fastidiada de fingir ser amable- ¿por qué debo decirle eso a alguien que no conozco en lo más mínimo? No tiene sentido. Además detesto usar mi nombre completo soy simplemente Tundra . Eso de Tundrameredik es tedioso.
            -No digas eso Tundra. Es la fiesta que van ofrecer en tu honor todos  los nobles de los reinos vecinos. Lo mínimo que tienes que hacer es mostrar cortesía. No es tan difícil, mira –le  contesto Salin , levantándose para pararse justo en frente Tundra, haciéndole una elegante reverencia élfica. Inclinó ligeramente el torso al tiempo que hacía una venia con la mano, llevándose dos dedos a los labios al incorporarse nuevamente. En su mano había aparecido de la nada, una rosa roja que le extendió con natural gentileza- Un placer conocerle, damisela. Mi nombre es Dryosalin, ¿me haría el honor de recibir este obsequio?
            - ¡Eres elegantemente idiota, Salin! –respondió Tundra entre risas, después de recibir la flor y acomodársela detrás de una oreja. Realmente Salin sabía cómo animarla y hacerla reír. A pesar de aquel insulto, que era su forma de agradecer, se abrazó a la espalda de su amigo, dando un pequeño brinco para que la cargara- Te sale natural, no es justo, porque no puedes venir conmigo. Me voy aburrir con tanto viejo fastidioso.
            -Arden-sama va a estar contigo, sabes que solo soy un sirviente. Solo pueden asistir nobles –contestó el pequeño elfo , cargando con delicadeza a su princesa, con el rostro sonrojado, como le era habitual. Sin embargo su rostro se tornó preocupado al recordar que Kendra estaría en la misma habitación que Tundra, y apenas pudo ahogar un amago de sollozo. Le aterraba pensar lo que esa mujer podría hacer hacerle nuevamente a su querida princesa.
            Tundra se dio cuenta de inmediato de la angustia reflejada en el rostro de su amigo, pues podía verlo a través del espejo. Y sabía perfectamente la razón, pero no iba a permitir que sintiera miedo y angustia por ella. Así que agarrando con sus dedos las comisuras de los labios de Salin a modo de gancho, empezó a jalarlo con fuerza obligándolo a sonreír dolorosamente.
            -¡No pongas esa cara! Salin eres un llorón ¿en verdad eres un elfo? Pareces una delicada pixie con tanto llanto-le dijo molestándolo sin soltarlo, riendo un poco mientras jugaba divertida con la cara de su amigo quien trataba de resistirse apartándole las manos de sus labios.
            -En verdad son solo unos mocosos malcriados-les dijo una voz femenina desde la puerta y al voltear ambos, pudieron ver a Masin, un hada mestiza de ojos negros y mirada  despectiva que los observaba de mala gana. Era una de las criadas que servían en el palacio y su desprecio por Tundra era bien conocido por todos los sirvientes. Quizás por eso Kendra la designó para que atendiera a la pequeña princesa en algunas ocasiones. En sus manos traía un bulto que dejó encima de la cama.
            -La ropa de la “princesa” para el banquete de esta noche- les dijo arrastrando las palabras, haciendo una reverencia que procuraba ser respetuosa aun cuando solo denotaba desprecio en su mirar. Suspiró contrariada al notar la desnudez de Tundra, que solo se cubría con flores, hojas y lianas, como era su costumbre- por Shiba, eres como un animal, ni siquiera llevas ropa.
            - Señorita Masin yo me encargo de preparar a Tun...a la princesa para esta noche, gracias..–respondió Salin, bajando de su espalda a Tundra, tomando con cuidado el paquete envuelto.
            -Masin no pienso usar vestido así que puedes llevártelo -reclamó Tundra mirándola despectivamente. A diferencia de Salin, ella no toleraba que la insultaran y miraran con desprecio.
            -Mira mocosa inútil, se me dijo que te vistiera y preparara para la fiesta y si no lo hago me castigaran así que deja esas ínfulas de princesa malcriada y obedece -le respondió fastidiada el hada mientras ponía los brazos en jarra, mirándola fijamente. Ni siquiera intento disimular su desprecio por esa niña, aun cuando era la heredera al trono y ella solo era una sirvienta.
            Sin embargo,  hubiera sido mejor para ella haber fingido por lo menos un poco de respeto. Tundra se había molestado en verdad, y eso sumado al mal humor que ya traía, la hizo enfurecer. No hizo ningún amago por controlar su esencia maligna que lleno de inmediato la habitación, formando un halo oscuro, cual vapor negro condensado que la rodeaba. Sus ojos verdes se volvieron completamente rojos, y las sombras que se formaban dentro del cuarto se tornaron inestables y  se movieron de su lugar para ir a los pies de Tundra, fundiéndose con su sombra que se extendía y removía como si tuviera vida propia.
            Masin retrocedió asustada hasta la puerta, tratando de escapar, pero ésta estaba cerrada como si una misteriosa fuerza magnética le impidiera abrirse. La expresión aterrada en su rostro revelaba que el concepto de chiquilla impertinente que tenía de Tundra, había cambiado radicalmente
            -¡Tundra, cálmate!- le gritó asustado Salin, tratando de acercarse. Había recordado aquella vez cuando su princesa había usado por primera vez sus flamas añiles. Pero había algo diferente y al notar como Tundra volteaba hacia él un segundo y lo miraba sonriendo, pudo entender. Esta vez tenía el control.
            Las sombras se agolparon a los pies de la asustada Masin rodeándola en un círculo que poco a poco se iba achicando, amenazando con tocar sus pies. Tundra sonreía mientras movía las manos como si dirigiera una orquesta, hasta que, en un movimiento brusco, elevó las manos y las sombras se alargaron hacia arriba, formando un cilindro negro que atraparon completamente a Masin, cerrándose como si fuera una especie de líquido espeso que se fundió una vez mas con el piso. Todo volvió a la normalidad y de la insolente hada no quedó ni rastro.
            -¿Tundra? –preguntó Salin después de un rato, sin dejar de mirar el sitio donde minutos antes había estado Masin- tu no habrás…
            -¡Jajaja! eso le pasa por meterse conmigo , como se le ocurre llamarme mocosa inútil –le contestó  Tundra entre risas, abrazándosele nuevamente por la espalda abrazaba de él por la espalda- solo la mande al Pantanal no te preocupes , ahora debe de estar metida hasta el cuello en el lodo asqueroso.
            -¡In-increíble!, ¡has mejorado mucho! –exclamó admirado Salin,  ahora relajado y riendo bajito al imaginar a esa hada que siempre tenía cuidado de no ensuciarse incluso en sus labores domésticas, toda llena de lodo en ese sitio apestoso.
            -Se lo merece por subestimarme ¿no crees? –dijo divertida la pequeña soltándose del abrazo para irse a sentar en la cama mirando el paquete con el vestido- no quiero ir a esa fiesta..solo me exhibirán como un trofeo de cacería.
            -Solo son unas horas, resistirás, lo sé –le dijo conciliador Salin, abriendo con cuidado el paquete. Era  un hermoso vestido violeta oscuro casi negro, de exquisito y delicado gusto. Junto con él había un lirio blanco que estaba medio aplastado por la presión de la envoltura- ¿Freya?
            -¿Eh? Como que Freya -repitió  Tundra, , tomando con mucho delicadeza el lirio de un blanco inmaculado. Ese envío debía de ser un regalo de Freya, ya que ella siempre había usado esa flor como su sello personal.
            -Freya fue quien eligió ese vestido especialmente para ti. -les dijo una voz conocida a sus espaldas y al voltear, pudieron ver a Arden sentado cómodamente en el sillón que estaba a un lado de la puerta. Cuando había entrado y como lo había hecho sin que ninguno de los dos chicos lo sintieran, era un misterio.
            -¿ Freya lo escogió para mí? –preguntó animada Tundra mientras tomaba el vestido y se lo miraba en el espejo, sobreponiéndolo en su cuerpo para observar cómo le quedaba.
            -Me pidió que te lo entregara y como andaba algo ocupado con asuntos oficiales, se lo pedí a Masin, pero- miró alrededor alzando una ceja- creo que tuvo algunos...incovenientes.
-¡Ella se lo buscó!-se defendió Tundra- y no le hice nada malo solo la mande a nadar en el Pantano.
            Arden exhalo un suspiro, frotándose el entrecejo, aunque una leve sonrisa se asomo en sus labios. Había presenciado todo y si no había intervenido era porque quería conocer la reacción de Tundra. Y bastante se sorprendió con lo que la pequeña había hecho. No sehabía podido imaginar que Tundra controlara tan prodigiosamente las sombras. Y no era que lo sorprendiera por la edad que tenía el hada, sino más bien por su salud mental. No habían pasado muchos meses aún desde que la había sacado del pozo de los condenados, y la experiencia vivida en aquel lugar era suficiente para enloquecer a cualquiera. Y para controlar algo tan intangible como las sombras, era necesario un control mental complejo si se quería evitar ser devorado por la oscuridad. Y muchas hermanas de Tundra, mestizas principalmente, habían sucumbido por esto. La demencia y perturbación mental, además de un propensión casi patológica a la violencia, hacía que la mente de gran cantidad de seres que controlaban sombras, fuera inestable. Es decir, los seres que podían controlar la oscuridad estaban más predispuestos a ser devoradas por esta. Pero Tundra no tenía ese problema. Las manejaba con seguridad y su imaginación solo contribuia a un manejo creativo de estas. Ella controlaba las sombras y no las sombras a controlaban a ella. Realmente le había sorprendido. Aquellas sombras lo habían sorprendido.
            -Creo que sí iré a la fiesta…-dijo de pronto Tundra, sacando a Arden de sus cavilaciones- pero prometo causar problemas.
            - ¡Tundra! No puedes prometer esas cosas, está mal..-le reclamó Salin, preocupado- no sabes que podría pasar…
            Pero Arden soltó la carcajada. Ahora entendía como Tundra lograba mantenerse estable.
            -Supongo que tendré que encargarme si te metes en problemas, “pequeña” damita-dijo, recalcando “pequeña” y haciendo una reverencia burlona.
            -¡No soy pequeña! ¡Soy casi una adulta!-le reclamó Tundra, ofendida.
            -Eres una pequeña damita revoltosa-respondió Arden burlón- solo las pequeñas damitas tienen carta blanca para causar problemas.
            Tundra infló las mejillas, en un mohín infantil. Le habían tocado el punto débil.
            -Bueno, no causare “tantos” problemas-dijo al fin, cruzándose de brazos y aun emberrinchada- pero no me llames pequeña porque no soy ninguna mocosa.
            -Bueno, entonces distinguida dama, me retiro para que prepare sus atuendos, volveré en un rato-le respondió Arden aun sonriendo pero aguantándose la risa, haciendo una respetuosa reverencia antes de salir de la habitación.
            -Tengo la ligera sensación de que me estaba tomando el pelo…-aventuró Tundra, sintiéndose aturdida por el gesto formal que había tenido Arden para con ella.
            -No creo que sea eso-respondió conciliador Salin, aun cuando le era obvio que Arden estaba sobreactuando-¿ entonces? ¿Te ayudo con el vestido?
            -Sí, no tengo ni idea de cómo se ponen los vestidos, pero por ser regalo de Freya, lo vestiré con dignidad y gracia.-adujo Tundra , alzando las manos para que Salin se encargara de todo.
            Cuando Arden regresó, la vio vestida y arreglada. El vestido caía con elegancia por sus piernas, y al ser ligero, no molestaba ni restringía sus movimientos, principal razón por la que no solía usar ropa. Se había acomodado el cabello en una larga trenza francesa amarrada con un listón negro, luciendo como adornos la rosa y el lirio de Freya tras de una de sus orejas.
            -Te ves muy linda-les interrumpió una vez más Arden apareciendo de la nada en el cuarto, sonriendo al ver a Tundra vestida y lista para el Banquete que sería dentro de unos minutos ya.
            -Para ser el primero en corregir los malos modales, los tuyos no son muy buenos -reclamó Tundra,  poniendo los brazos en jarra mientras le miraba en reproche- ¡Toca antes de entrar!
            -Lo lamento desde ahora tocare la puerta mi muy estimada damita –se disculpó Arden haciendo una reverencia para después tomar la mano de Tundra y darle un beso en el dorso de esta- entonces mi damisela vamos al Banquete?
            Inflando las mejillas, la pequeña retiró con brusquedad la mano sin responder el gesto formal del elfo,  volteándose para abrazar a Salin.
            -Volveré antes de que te des cuenta, y entonces quiero ver las campánulas carnívoras que me prometiste mostrarme- le dijo la pequeña a Salin, quien no podía ocultar su angustia a esas alturas.
            Y así, tras despedirse, partió guiada por Arden al gran Salón donde se daría lugar el Banquete.  





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