martes, 30 de agosto de 2011

Cap 4 ~Llamas del Infierno~ Primera parte~ [Historia de una Hada]

Finalmente y al cabo de unos minutos de tenso silencio Arden fue quien habló.
-Entonces su Majestad…-interrumpió el elfo inclinándose ligeramente en una elegante reverencia nuevamente, soltando el brazo de Tundra- nos haría el honor de precedir la mesa para iniciar el Gran Banquete que ha organizado? Me temo que nuestros invitados se han empezado a inquietar…-agrego mirando a esa horda de seres de la oscuridad que ya empezaba a murmurar entre ellos.
Aquella mujer solo le dedico una mirada mas fría que el hielo y se dio vuelta para mirar a los invitados quienes de inmediato se callaron ante la mirada de la reina, cortando así el contacto visual que sostenía con la pequeña Tundra, la que no pudo evitar suspirar aliviada. Sin embargo la Reina de las hadas oscuras tenia otros planes antes de la cena.
-Cierto..la cena..pero antes de que nuestros paladares se regocijen con los manjares que he preparado para mis asistentes..nuestra “pequeña” invitada de honor, nos sorprenderá con la habilidad que la posiciono como mi heredera..las flamas índigos del Inframundo..
-Eh? mostrarlas..?-interrumpió la aludida mirando incrédula a Kendra. Aun no había dominado esa técnica y no quería dominarla ni siquiera deseaba vislumbrar aquellas flamas azules porque en silencio aun le corroía la culpa de haber matado a esa familia.
-Su majestad..esta pequeña aun es inexperta en las artes del Inframundo.. técnicas en la que usted es una diestra maestra, con natural talento, como todos sabemos, es demasiado pensar en que una joven y impulsiva niña logre dominarlas en tan poco tiempo..-adujo astuto Arden, parándose en medio de las hadas, para asi evitar el confrontamiento inminente.
Ante esas palabras de Arden algunos de los invitados empezaron a murmurar entre sí, mirando ahora con curiosidad a Tundra y luego a Kendra. A Kendra no lo quedo mas remedio que desertar de sus intentos de humillar a esa mocosa, pues no dejaría en duda sobre quien era la mas poderosa de su Reino, así que solo se sentó en la mesa, para poder iniciar el banquete.
A los pocos minutos todos estaban sentados en aquella larga mesa, degustando los “manjares” ninguno de los cuales la pequeña probó., sino que miraba disgustada a Arden. Había pensado que era su aliado pero esas palabras lambisconas hacia Kendra le habían echo sentir un tanto traicionada. Arden tampoco comió bocado solo sonreía leve notando la mirada de enfado de esa pequeña fija en él. Los manjares apenas se lograban distinguir, eran masas sangrantes o deformes en donde las viseras de niña humana fresca y cruda, la sopa de ojos y sangre humana, los bebes y fetos empalados o la principal atracción de la mesa, un elfo del bosque amarrado con el vientre abierto y aun vivo, al que le comían las viseras frente a sus ojos, era lo poco que se podía mencionar. Y sin embargo los demás invitados disfrutaban de aquellos platos como si fueran las más delicadas y deliciosas vainas, salpicando sangre y órganos por todos lados, haciendo que el hedor a muerte y putrefacción aumentara.
El banquete transcurrió con normalidad, los seres como esos disfrutaban en silencio de sus alimentos y aparte del ruido de carne desgarrada que hacían al comer o la de los tenedores y cuchillos que sonaban contra los platos o los quejidos de dolor que la “cena” emitía, nadie hablaba. Al poco rato la pequeña Tundra se aburría a montones ya que detestaba estarse quieta pero aun así en todo el banquete permaneció tranquila en su puesto, esforzándose en mostrarse a la altura de la situación, sentada justo al lado de Arden quien bebía de su copa tranquilamente. Lo miro y exhalo un pequeño suspiro mirando su propia copa vacía ya, sabia que era sangre de creaturas del bosque y aun así no pudo evitar disfrutar de aquel sabor exquisito de la sangre de creaturas inocentes. Despues de todo no podía negar su naturaleza, era una hada maligna, un ser dañino y debía de aceptarlo. Aun cuando anhelara ser como su querida y admirada Freya nunca podría ser un hada de luz, siempre seria una hada oscura. Pensar eso y verse rodeada de todas esas creaturas que solo pensaban en matar y dañar hizo que su ánimo decayera y mirara la mesa con la vista y el rostro nublado, pero un susurro de Arden hizo que levantara la cabeza y lo mirara. “Nunca bajes la cabeza, eres princesa de este reino, luz en la oscuridad, esperanza donde antes no había nada”, fue lo que le dijo ese elfo cosa que le sorprendió e hizoo que casi un imperceptible sonrojo se posara en sus blancas mejillas, turbándose bastante pues era la primera vez que se sentía asi.
-Sucede algo… Tundrameredik?-pregunto una voz melosa y los ojos de la reina se posaron fijamente sobre la pequeña, quien de inmediato levanto la cabeza para poder ver a la mujer que le hablaba.
-No pasa nada su…”majestad”-contestó la pequeña, recalcando desafiante la palabra “majestad” mirando directamente los ojos rojos de la Reina, quien contesto a la actitud golpeando con fuerza su copa en la mesa, haciendo que todos dejaron sus platos y miraron atentas la escena. Sin embargo una vez mas Arden intervino.
-Me temo que su momento de distracción fue debido a un inoportuno comentario de este servidor, Su Majestad-aclaró el elfo mirando a los ojos a la Reina y aun cuando realizó una respetuosa inclinación con la cabeza, la sonrisa que le dedico denotaba todo menos humildad y sometimiento.
-Arden querido…por mas que trates de encubrirla…esa chiquilla maleducada es tan solo una mocosa indigna, una imbécil incapaz de comportarse entre gente “civilizada”-respondió prepotente Kendra, mirando con total desprecio y odio a la pequeña que increíblemente y en contra de su voluntad era el fruto de su vientre.
-¡A QUIEN LLAMAS MOCOSA INDIGNA!!-grito impulsivamente Tundra incapaz de mantenerse quieta y callada ante ese insulto. A pesar de ser aun muy pequeña tenía un orgullo y un temperamento que le impedía conservarse tranquila por mas tiempo. Eso había sido la gota que había rebasado el vaso, no se dejaría insultar e humillar por mas tiempo en ese Banquete, no se dejaría pisotear como si fuera cualquier basura insignificante.

Cap 3 ~ El Banquete~ Tercera parte~ [Historia de una Hada]

El salón principal estaba decorado magníficamente. La fría y oscura obsidiana se hacía evidente en el suelo, pilares y paredes, cual si fuera mármol negro. El techo, que estaba cubierto por una enredadera de ébano puro que se elevaba por las paredes externas y se filtraba por los grandes ventanales hacia el interior del vasto salón, cubría el techo original del cual se había perdido ya su recuerdo, pero dejando libre el hueco de donde colgaban las pesadas cadenas que sostenían exquisitos candelabros con viejas y derretidas velas de las cuales en su mecha se veía el danzar de las azules flamas del otro mundo. La luz era pobre, pues además a los costados de los seis ventanales que poseía el salón, se encontraban las pesadas cortinas de terciopelo negro que minaban la luz de manera que esta apenas filtrarse pudiera. La gran mesa de los manjares estaba puesta y dispuesta ya para el Banquete, sin mantel ni nada que cubriese su férrea apariencia, con garras en vez de patas y un grueso cristal en la base haciendo más siniestro y tetrico el lugar. Para la ocasión “especial”, el lugar fue adornado con rosas secas y negras, con mariposas muertas y vueltas a la vida usando un poco de magia prohibida, que revoloteaban y se paraban de pilar en pilar, dándole un aspecto más "natural" al salón. Y no podía faltar, como cara principal, la gran puerta de gruesa madera con metálicos adornos plateados y negros, que conformaban ribetes y demás trazos caprichosos. Era como estar afuera sin estar adentro, como si el bosque mismo se hubiera refugiado en ese recinto, como si hubiera dejado su hedor a muerto para vestirse de traje de fiesta, así de imponente y tenebroso lucía el salón principal.
Y los invitados era otro espectáculo digno de ver. Los vengativos Kelpies iban vestidos solo de verdes algas que apenas cubrían sus bien formados cuerpos, escondiendo su verdadera apariencia, incomoda para movilizarse sobre la tierra firme, bajo engañosas y hermosas figuras humanas, ellas, de largos cabellos dorados, ellos, de una abundante cabellera negra, ostentaban ambos salvajes y apasionados ojos negros cuya mirada intensa era imposible en un ser humano. Al contrario que ellos los elfos negros eran signo de elegancia y cuidado en su vestir. Cabello negro y largo, bien recogido en perfectas coletas lucían trajes oscuros con pedrería y algunos incluso usaban zarcillos en sus largas orejas, podrías decir que eran como cualquier humano pero sus sus afilados dientes, las orejas en punta y su altura, muy superior a la de un humano decían otra cosa. Seres que parecían mujeres de rojiza piel, enmarañada cabellera que y en sus espaldas alas de carne casi quemada, se arrastraban por aquí y por alla, completamente desnudas en su forma mitad buitre conversando o graznando mas bien con las Vid´na mejor conocidas como brujas, que contrarias a sus compañeras las arpías, vestían túnicas largas y negras apenas dejando ver enmarcados por su cabello enjutado y desaliñado, sus rostros lívidos y arrugados con enormes narices de gancho en donde varias tenían verrugas y ojos grandes y enrojecidos. Y sin embargo las que mas destacaban en esa masa de seres oscuros y demoniacos era las hadas, de rostros pálidos, hermosos y seductores cuyos cabellos caían como una cascada de ébano negro por sus espaldas en donde algunas atrevidas dejaban ver sus alas semitransparentes de diversos y oscuros matices.
En medio de esta sala sentada en el trono negro con manchas de sangre en las patas con forma de garras, estaba Kendra, mas magnifica y a la vez mas aterradora que todos esos seres oscuros. Miraba con desprecio a todos los demás y su aura era de un orgullo y fiereza tal que incluso era imposible mirarle a los ojos, tan rojos como la sangre, pues daba la impresión que si lo hacias morirías por tal atrevimiento.
Tundra miro el salón y después a los personajes que habían asistido a aquel banquete, y por un segundo, apretó aprehensiva el brazo de Arden, ya que de inmediato se dio cuenta de que en cuanto entro a ese lugar todas las miradas frías y crueles se posaron en ella. Sin embargo suspiro hondo y alzando la cabeza con orgullo desapareció cualquier rastro de nervios o miedo de su rostro, mirando directamente a cada una de esas creaturas. Y es que no iba dejarse intimidar por nadie, no iba a mostrar debilidad ante esas creaturas que seguramente aprovecharían cualquier descuido para aprovecharse para sacar alguna ventaja.
-Vaya, asi que la “invitada de honor” por fin hizo acto de presencia ..-susurro melosa Kendra desde el trono, levantándose para acercarse a ellos, haciendo ondular su largo vestido de niebla de sombras, agregando en tono burlón-miren todos a la niña que es mi heredera y que puede usar las flamas del Infierno, Tundrameredik..
Tundra no respondió y no bajo ni desvió la vista al notar que se acercaba, aunque pudo controlar a tiempo el temblor de las piernas no asi el apretón que le dio en el brazo a Arden, quien hizo una leve venia a esa mujer. No existía nadie mas en ese instante, solo ella y Kendra, no prestaba atención a los demás invitados que la miraban inquisitivamente seguramente preguntándose como era que una chiquilla como ella podía usar ese don otorgado por el soberano del Inframundo, solo se concentraba en no dejar de ver los rojos ojos de esa mujer que a pesar de haberla concebido le guardaba un odio despiadado, sin dejarse vencer en esa lucha silenciosa, sin dejarse humillar al desviar la vista o inclinarse ante ella.