martes, 31 de mayo de 2011

Cap 3 ~Sombras~

            -Mi nombre es Tundrameredik un placer conocerlo-susurró una mañana Tundra mientras practicaba una respetuosa y cortes reverencia frente al espejo de su cuarto - como ha estado su día?
            -Eso fue bastante bueno Tundra, seguro el señor Arden lo aprueba-le dijo animado Salin, que estaba sentado en el borde de la cama mirando como su amiga practicaba las normas de cortesía que le había estado enseñando Arden hacia algunos días.
            -¡Ahhh! Ya no lo soporto. Esto es demasiado aburrido, no me importa que diga Arden –reclamó la pequeña sacándole la lengua a su reflejo completamente fastidiada de fingir ser amable- ¿por qué debo decirle eso a alguien que no conozco en lo más mínimo? No tiene sentido. Además detesto usar mi nombre completo soy simplemente Tundra . Eso de Tundrameredik es tedioso.
            -No digas eso Tundra. Es la fiesta que van ofrecer en tu honor todos  los nobles de los reinos vecinos. Lo mínimo que tienes que hacer es mostrar cortesía. No es tan difícil, mira –le  contesto Salin , levantándose para pararse justo en frente Tundra, haciéndole una elegante reverencia élfica. Inclinó ligeramente el torso al tiempo que hacía una venia con la mano, llevándose dos dedos a los labios al incorporarse nuevamente. En su mano había aparecido de la nada, una rosa roja que le extendió con natural gentileza- Un placer conocerle, damisela. Mi nombre es Dryosalin, ¿me haría el honor de recibir este obsequio?
            - ¡Eres elegantemente idiota, Salin! –respondió Tundra entre risas, después de recibir la flor y acomodársela detrás de una oreja. Realmente Salin sabía cómo animarla y hacerla reír. A pesar de aquel insulto, que era su forma de agradecer, se abrazó a la espalda de su amigo, dando un pequeño brinco para que la cargara- Te sale natural, no es justo, porque no puedes venir conmigo. Me voy aburrir con tanto viejo fastidioso.
            -Arden-sama va a estar contigo, sabes que solo soy un sirviente. Solo pueden asistir nobles –contestó el pequeño elfo , cargando con delicadeza a su princesa, con el rostro sonrojado, como le era habitual. Sin embargo su rostro se tornó preocupado al recordar que Kendra estaría en la misma habitación que Tundra, y apenas pudo ahogar un amago de sollozo. Le aterraba pensar lo que esa mujer podría hacer hacerle nuevamente a su querida princesa.
            Tundra se dio cuenta de inmediato de la angustia reflejada en el rostro de su amigo, pues podía verlo a través del espejo. Y sabía perfectamente la razón, pero no iba a permitir que sintiera miedo y angustia por ella. Así que agarrando con sus dedos las comisuras de los labios de Salin a modo de gancho, empezó a jalarlo con fuerza obligándolo a sonreír dolorosamente.
            -¡No pongas esa cara! Salin eres un llorón ¿en verdad eres un elfo? Pareces una delicada pixie con tanto llanto-le dijo molestándolo sin soltarlo, riendo un poco mientras jugaba divertida con la cara de su amigo quien trataba de resistirse apartándole las manos de sus labios.
            -En verdad son solo unos mocosos malcriados-les dijo una voz femenina desde la puerta y al voltear ambos, pudieron ver a Masin, un hada mestiza de ojos negros y mirada  despectiva que los observaba de mala gana. Era una de las criadas que servían en el palacio y su desprecio por Tundra era bien conocido por todos los sirvientes. Quizás por eso Kendra la designó para que atendiera a la pequeña princesa en algunas ocasiones. En sus manos traía un bulto que dejó encima de la cama.
            -La ropa de la “princesa” para el banquete de esta noche- les dijo arrastrando las palabras, haciendo una reverencia que procuraba ser respetuosa aun cuando solo denotaba desprecio en su mirar. Suspiró contrariada al notar la desnudez de Tundra, que solo se cubría con flores, hojas y lianas, como era su costumbre- por Shiba, eres como un animal, ni siquiera llevas ropa.
            - Señorita Masin yo me encargo de preparar a Tun...a la princesa para esta noche, gracias..–respondió Salin, bajando de su espalda a Tundra, tomando con cuidado el paquete envuelto.
            -Masin no pienso usar vestido así que puedes llevártelo -reclamó Tundra mirándola despectivamente. A diferencia de Salin, ella no toleraba que la insultaran y miraran con desprecio.
            -Mira mocosa inútil, se me dijo que te vistiera y preparara para la fiesta y si no lo hago me castigaran así que deja esas ínfulas de princesa malcriada y obedece -le respondió fastidiada el hada mientras ponía los brazos en jarra, mirándola fijamente. Ni siquiera intento disimular su desprecio por esa niña, aun cuando era la heredera al trono y ella solo era una sirvienta.
            Sin embargo,  hubiera sido mejor para ella haber fingido por lo menos un poco de respeto. Tundra se había molestado en verdad, y eso sumado al mal humor que ya traía, la hizo enfurecer. No hizo ningún amago por controlar su esencia maligna que lleno de inmediato la habitación, formando un halo oscuro, cual vapor negro condensado que la rodeaba. Sus ojos verdes se volvieron completamente rojos, y las sombras que se formaban dentro del cuarto se tornaron inestables y  se movieron de su lugar para ir a los pies de Tundra, fundiéndose con su sombra que se extendía y removía como si tuviera vida propia.
            Masin retrocedió asustada hasta la puerta, tratando de escapar, pero ésta estaba cerrada como si una misteriosa fuerza magnética le impidiera abrirse. La expresión aterrada en su rostro revelaba que el concepto de chiquilla impertinente que tenía de Tundra, había cambiado radicalmente
            -¡Tundra, cálmate!- le gritó asustado Salin, tratando de acercarse. Había recordado aquella vez cuando su princesa había usado por primera vez sus flamas añiles. Pero había algo diferente y al notar como Tundra volteaba hacia él un segundo y lo miraba sonriendo, pudo entender. Esta vez tenía el control.
            Las sombras se agolparon a los pies de la asustada Masin rodeándola en un círculo que poco a poco se iba achicando, amenazando con tocar sus pies. Tundra sonreía mientras movía las manos como si dirigiera una orquesta, hasta que, en un movimiento brusco, elevó las manos y las sombras se alargaron hacia arriba, formando un cilindro negro que atraparon completamente a Masin, cerrándose como si fuera una especie de líquido espeso que se fundió una vez mas con el piso. Todo volvió a la normalidad y de la insolente hada no quedó ni rastro.
            -¿Tundra? –preguntó Salin después de un rato, sin dejar de mirar el sitio donde minutos antes había estado Masin- tu no habrás…
            -¡Jajaja! eso le pasa por meterse conmigo , como se le ocurre llamarme mocosa inútil –le contestó  Tundra entre risas, abrazándosele nuevamente por la espalda abrazaba de él por la espalda- solo la mande al Pantanal no te preocupes , ahora debe de estar metida hasta el cuello en el lodo asqueroso.
            -¡In-increíble!, ¡has mejorado mucho! –exclamó admirado Salin,  ahora relajado y riendo bajito al imaginar a esa hada que siempre tenía cuidado de no ensuciarse incluso en sus labores domésticas, toda llena de lodo en ese sitio apestoso.
            -Se lo merece por subestimarme ¿no crees? –dijo divertida la pequeña soltándose del abrazo para irse a sentar en la cama mirando el paquete con el vestido- no quiero ir a esa fiesta..solo me exhibirán como un trofeo de cacería.
            -Solo son unas horas, resistirás, lo sé –le dijo conciliador Salin, abriendo con cuidado el paquete. Era  un hermoso vestido violeta oscuro casi negro, de exquisito y delicado gusto. Junto con él había un lirio blanco que estaba medio aplastado por la presión de la envoltura- ¿Freya?
            -¿Eh? Como que Freya -repitió  Tundra, , tomando con mucho delicadeza el lirio de un blanco inmaculado. Ese envío debía de ser un regalo de Freya, ya que ella siempre había usado esa flor como su sello personal.
            -Freya fue quien eligió ese vestido especialmente para ti. -les dijo una voz conocida a sus espaldas y al voltear, pudieron ver a Arden sentado cómodamente en el sillón que estaba a un lado de la puerta. Cuando había entrado y como lo había hecho sin que ninguno de los dos chicos lo sintieran, era un misterio.
            -¿ Freya lo escogió para mí? –preguntó animada Tundra mientras tomaba el vestido y se lo miraba en el espejo, sobreponiéndolo en su cuerpo para observar cómo le quedaba.
            -Me pidió que te lo entregara y como andaba algo ocupado con asuntos oficiales, se lo pedí a Masin, pero- miró alrededor alzando una ceja- creo que tuvo algunos...incovenientes.
-¡Ella se lo buscó!-se defendió Tundra- y no le hice nada malo solo la mande a nadar en el Pantano.
            Arden exhalo un suspiro, frotándose el entrecejo, aunque una leve sonrisa se asomo en sus labios. Había presenciado todo y si no había intervenido era porque quería conocer la reacción de Tundra. Y bastante se sorprendió con lo que la pequeña había hecho. No sehabía podido imaginar que Tundra controlara tan prodigiosamente las sombras. Y no era que lo sorprendiera por la edad que tenía el hada, sino más bien por su salud mental. No habían pasado muchos meses aún desde que la había sacado del pozo de los condenados, y la experiencia vivida en aquel lugar era suficiente para enloquecer a cualquiera. Y para controlar algo tan intangible como las sombras, era necesario un control mental complejo si se quería evitar ser devorado por la oscuridad. Y muchas hermanas de Tundra, mestizas principalmente, habían sucumbido por esto. La demencia y perturbación mental, además de un propensión casi patológica a la violencia, hacía que la mente de gran cantidad de seres que controlaban sombras, fuera inestable. Es decir, los seres que podían controlar la oscuridad estaban más predispuestos a ser devoradas por esta. Pero Tundra no tenía ese problema. Las manejaba con seguridad y su imaginación solo contribuia a un manejo creativo de estas. Ella controlaba las sombras y no las sombras a controlaban a ella. Realmente le había sorprendido. Aquellas sombras lo habían sorprendido.
            -Creo que sí iré a la fiesta…-dijo de pronto Tundra, sacando a Arden de sus cavilaciones- pero prometo causar problemas.
            - ¡Tundra! No puedes prometer esas cosas, está mal..-le reclamó Salin, preocupado- no sabes que podría pasar…
            Pero Arden soltó la carcajada. Ahora entendía como Tundra lograba mantenerse estable.
            -Supongo que tendré que encargarme si te metes en problemas, “pequeña” damita-dijo, recalcando “pequeña” y haciendo una reverencia burlona.
            -¡No soy pequeña! ¡Soy casi una adulta!-le reclamó Tundra, ofendida.
            -Eres una pequeña damita revoltosa-respondió Arden burlón- solo las pequeñas damitas tienen carta blanca para causar problemas.
            Tundra infló las mejillas, en un mohín infantil. Le habían tocado el punto débil.
            -Bueno, no causare “tantos” problemas-dijo al fin, cruzándose de brazos y aun emberrinchada- pero no me llames pequeña porque no soy ninguna mocosa.
            -Bueno, entonces distinguida dama, me retiro para que prepare sus atuendos, volveré en un rato-le respondió Arden aun sonriendo pero aguantándose la risa, haciendo una respetuosa reverencia antes de salir de la habitación.
            -Tengo la ligera sensación de que me estaba tomando el pelo…-aventuró Tundra, sintiéndose aturdida por el gesto formal que había tenido Arden para con ella.
            -No creo que sea eso-respondió conciliador Salin, aun cuando le era obvio que Arden estaba sobreactuando-¿ entonces? ¿Te ayudo con el vestido?
            -Sí, no tengo ni idea de cómo se ponen los vestidos, pero por ser regalo de Freya, lo vestiré con dignidad y gracia.-adujo Tundra , alzando las manos para que Salin se encargara de todo.
            Cuando Arden regresó, la vio vestida y arreglada. El vestido caía con elegancia por sus piernas, y al ser ligero, no molestaba ni restringía sus movimientos, principal razón por la que no solía usar ropa. Se había acomodado el cabello en una larga trenza francesa amarrada con un listón negro, luciendo como adornos la rosa y el lirio de Freya tras de una de sus orejas.
            -Te ves muy linda-les interrumpió una vez más Arden apareciendo de la nada en el cuarto, sonriendo al ver a Tundra vestida y lista para el Banquete que sería dentro de unos minutos ya.
            -Para ser el primero en corregir los malos modales, los tuyos no son muy buenos -reclamó Tundra,  poniendo los brazos en jarra mientras le miraba en reproche- ¡Toca antes de entrar!
            -Lo lamento desde ahora tocare la puerta mi muy estimada damita –se disculpó Arden haciendo una reverencia para después tomar la mano de Tundra y darle un beso en el dorso de esta- entonces mi damisela vamos al Banquete?
            Inflando las mejillas, la pequeña retiró con brusquedad la mano sin responder el gesto formal del elfo,  volteándose para abrazar a Salin.
            -Volveré antes de que te des cuenta, y entonces quiero ver las campánulas carnívoras que me prometiste mostrarme- le dijo la pequeña a Salin, quien no podía ocultar su angustia a esas alturas.
            Y así, tras despedirse, partió guiada por Arden al gran Salón donde se daría lugar el Banquete.  





sábado, 28 de mayo de 2011

Cap 2 ~ Hada de Luz~[Historia de una Hada Oscura]

Nunca supo cuanto estuvo encerrada. En medio de esas sombras absolutas el tiempo parecía algo ínfimo y sin importancia. Solo sabía que pareciera que hubiera vivido una vida y otra, que ya ni siquiera era consciente de su cuerpo y que incluso había olvidado el sonido de su propia voz. Y sin embargo su corazón se estremeció cuando algo inusual pasó. Escuchó o creyó escuchar un casi imperceptible ruido provenir desde algún sitio, ya no estaba segura de nada. Después de tanto tiempo sin escuchar sonido alguno aquella leve señal de que algo pasaba era casi imposible de imaginar. Y sin embargo el sonido se repitió y no solo eso sino que una leve luz, como el que se filtra de una rendija, iluminó después de tantos años ese sitio. Era un viso de luz casi insignificante pero a los ojos de la pequeña que no había visto nada mas que oscuridad desde hacia tanto tiempo no diferenciando ya el tener los ojos abiertos a tenerlos cerrados, fue como un brillo casi enceguecedor que la obligo a cerrar los ojos. Y no solo eso pasó. Sino que las sombras que la ataban y envolvían dejaron su amarre y la dejaron caer en el piso que ahora era solido, cayendo de forma seca incapaz de mover sus atrofiados músculos. Simplemente no se lo podía creer. ¿Acaso por fin podría salir de ese sitio? ¿Acaso por fin los sueños que tenía y que era lo único que lo mantenía cuerda en ese pozo de desesperanza se harían realidad? Era demasiado bueno para ser verdad. Por eso cuando sintió que unos brazos la alzaban con cuidado y escuchó la voz de un hombre susurrarle palabras que no fue capaz de entender por el aturdimiento que aun sentía, simplemente pensó que debía de ser otra de las alucinaciones que ese sitio la hacía ver, por lo que cerró los ojos y por primera vez en todo el tiempo que estuvo encerrada, se quedo dormida profundamente.
Cuando despertó y abrió los ojos, por un momento se asustó. Vio el techo raso de la cama con cortinas en la que estaba durmiendo. ¿Viendo? ¿Estaba viendo?. El darse cuenta de eso la aterro por unos segundos. Y es que para alguien que no había sido capaz de ver absolutamente nada durante tanto tiempo el darse cuenta de pronto que podía ver algo que no fueran sombras fue un verdadero sobresalto. Y no era lo único que la aturdía en todos los sentidos. Podía percibir con el tacto de sus manos la suavidad de las sabanas de seda en donde estaba recostada, podía sentir el imperceptible brillo que entraba por la ventana del cuarto donde la tenían, podía escuchar la tranquila respiración de alguien que parecía estar durmiendo.. ¿Alguien durmiendo? Al darse cuenta de lo último movió ligeramente la cabeza para ver a su lado y vio a un chico de no más de siete años, de cabello marrón y orejas puntiagudas arrodillado en el piso, con la cabeza apoyada en sus brazos a modo de almohada en el borde de la cama justo a su lado durmiendo. Tundra no pronunció una palabra pero algo en aquel chico se le hacía familiar y un sentimiento de nostalgia y calidez la invadió de pronto.
-Parece que ya pudo despertar..Hime-sama..-le habló una voz masculina de algún lado, y al girar esta vez con mucha lentitud la cabeza hacia el frente, Tundra pudo darse cuenta que aquel chico no era el único además de ella que estaba en ese cuarto.
Un hombre que parecía mayor no por su apariencia, que no representaba a alguien mayor de 25 años, sino por su mirada que parecía rebosar sabiduría y gentileza estaba sentado en un taburete justo frente a ella. Su cabello negro relucía bajo la tenue iluminación del cuarto y en sus manos sostenía un pocillo que tenía una extraña sustancia cuyo olor dulzón estaba empezando a envolver el cuarto. Pero eso no fue lo que mas le llamó la atención a Tundra. Lo que si le llamó la atención fueron sus ojos, verdes esmeralda iguales a los que recordaba tener ella.
-Arden..-sama?-susurró el chico a su lado despertando y refregándose los ojos azules, aun medio adormilado, quien se quedó viendo fijamente un momento a la princesa que ya estaba despierta sin reaccionar- Tundra-chan!!!!- exclamó después de unos segundos de silencio subiéndose a la cama de un salto para abrazar con delicadeza, llorando de emoción y alegría, a la aturdida Tundra que no sabia como reaccionar al sentirse abrazada de pronto con tanta efusividad por aquel “desconocido” niño.
-Salin no abraces así a Hime-sama la puedes lastimar, su cuerpo aun se ha repuesto del todo y aun necesita descansar…- le regañó Arden con voz comprensiva y paternal , levantándose de su lugar, dejando a un lado en la mesita de noche el pocillo que tenia en las manos, para luego sentarse al lado de Tundra y acariciarle el cabello con suavidad. Salin, que era el chico que no había logrado reconocer pues el paso del tiempo lo había hecho crecer y cambiar un tanto, obedeció de inmediato y se separó de ella limpiándose las lagrimas que sin más dejaba correr por sus mejillas.
La pequeña trató de incorporarse para poder verlos mejor y así enterarse de lo que estaba pasando, pero su cuerpo parecía que no quería hacerle caso y sin embargo aquellas caricias en el cabello la relajaban a un punto que sentía todo su cuerpo atrofiado y frio invadirse por una calmada calidez. Quiso hablarles y preguntar cómo es que la habían dejado salir, quería preguntarle a ese niño si en verdad era su Salin, preguntarle a aquel hombre si él había sido el que la había sacado de ese sitio horrible, quería agradecer de alguna manera, pero no pudo. No recordaba cómo era que se pronunciaban las palabras, tanto tiempo en silencio la habían hecho olvidar el cómo se hablaba. Así que lo único que pudo hacer en esos momentos fue sonreír. Sonreír como hacia tanto no lo hacía y llorar por primera vez de felicidad.
Y así se quedaron algunos minutos sin pronunciar palabras, que no eran necesarias pues las emociones solo se reflejaban en sus rostros. Ella, sonriendo y llorando a la vez de felicidad al igual que Salin que no paraba de llorar tampoco, y aquel hombre que solo sonreía con calidez y derramaba también algunas lágrimas sin dejar de acariciarle con ternura el cabello a la pequeña princesa. Y fue este ultimo quien finalmente interrumpió ese momento después de inclinarse y darle un gentil beso en la frente a Tundra.
-Debe de descansar un poco mas Hime-sama…su cuerpo aun esta débil-susurró con ternura mientras Tundra iba sintiendo aquel olor dulzón que emanaba el pocillo que estaba casi a su lado intensificarse cada vez más, haciendo que se sumiera en un profundo y reparador sueño.
-¿Arden-sama..Hime-sama va a estar bien verdad?-preguntó como por enésima vez Salin, quien al ver que su querida amiga se quedaba dormida una vez más la arropaba con suavidad. Aun quedaban rastros de lagrimas en sus infantiles ojos mientras miraba a Arden respetuosamente.
-Estuvo en ese sitio por mas de 4 años de los nuestros..y eso significa más de 20 años humanos lo que es demasiado tiempo para una niña tan pequeña Salin..tardara algunas semanas en restablecerse -le respondió Arden mientras tomaba un poco de la medicina que tenía en el pocillo y que emanaba ese olor dulzón, y se lo untaba en los labios a la dormida Tundra-si tan solo lo hubiera sabido antes…-murmuró apenas con el rostro apesumbrado.
Justo en ese momento entro en la habitación Kendra, sin su sequito de guardias, que con expresión fría y pedante miro hacia la cama donde dormía la pequeña de la que había pensado deshacerse al fin hacia tantos años. Al verla Salin tembló de miedo y en automático se fue a sentar justo al lado de Tundra abrazándola con temor a que hiciera lo mismo de aquella noche en que se llevo a su querida princesa a ese horrible lugar.
-Kendra no lo puedes tocar asi lo estableció el consejo de Armony en la ultima Asamblea General-le dijo Arden parándose frente a la cama entre Tundra y Kendra, mirándola con calma y expresión seria sin intimidarse en lo mas mínimo ante aquella mujer que inspiraba terror entre las peores creaturas de la oscuridad-de hecho, el que hayas salido indemne después esconder su existencia y su habilidad para controlar las flamas del Inframundo fue un crimen del que saliste bien librada
-Oh..Arden querido...¿ es lo único que me vas a decir después de todos estos años separados?-le susurro Kendra melosamente a los oídos, cambiando su expresión fría a una seductora y sensual mientras le rodeaba el cuello con un brazo y le delineaba los labios cambiando ahora su apariencia a la de una hada de cabellos dorados como el sol y ojos de dos colores, uno de color miel y el otro verde claro que le sonreía con algo que se podía confundir con dulzura- o me vas a decir que no me extrañaste...
Arden ni se inmutó siquiera con las provocaciones. Solo la miró con completa indiferencia y con toda la calma del mundo se zafó del abrazo que le rodeaba el cuello mirándola directamente sin caer en sus trampas de seducción como ya lo había hecho una vez.
-A esta pequeña no vas a tocar mientras yo esté aquí-le dijo mirándola a los ojos sin bajar ni desviar la vista, sin cambiar el tono calmado de su voz- y deja de disfrazarte como Freya es patético.
Ante tal insulto la Reina volvió a su apariencia real emanando su aura maligna que enfrió a tal grado aquella habitación que al respirar se podía ver aquel vapor que se ve cuando hace mucho frio. Sin embargo sabía que no podía ir en contra del Consejo que establecía el equilibrio entre los mundos de las creaturas del día y de la noche, por lo que solo lanzo una ráfaga de energía maligna a aquel hombre que osaba desafiarla a tal grado, lanzandolo contra la pared y dando media vuelta salió del cuarto furiosa, dando un portazo.
Arden suspiró aliviado de ver que esa arpía por fin se había ido aun en el suelo y con algunas marcas de raspaduras por el golpe. Pero eso no era nada asi que levantándose como si ese ataque hubiera sido algo de lo mas normal, se acercó a Tundra que dormía sin enterarse de nada y a Salin que aun temblaba de miedo, para proceder a tratar a aquella pequeña de la que se había enterado de su existencia solo unos meses atrás y que sin embargo estaba conectada con el de un forma que aun no podía creer. Por lo menos a ella había logrado sacar de aquella prisión de los pecadores hablando y apelando ante el Consejo Armony. Ahora solo quedaba cuidarla y tratar de enmendar en alguna medida los errores que había cometido en el pasado tratando de expiar sus culpas en algún modo.
Dos meses pasaron antes de que Tundra se pudiera recuperar lo suficiente como para poder hablar y moverse nuevamente con normalidad. La primera vez que se vio en un espejo después de que finalmente era libre se sorprendió al ver que había crecido tanto, ya no tenia el aspecto de una niña de tres años que era como se recordaba, el tiempo había pasado y ahora era una niña de siete años, un poco pequeña para su edad y mas baja que Salin pero aun así no pensó que hubiera cambiado tanto. Y es que en ese sitio el tiempo parecía correr de una forma distinta No dejaba de ver su reflejo en el espejo de su cuarto aprovechando que estaba sola, parada sin la ayuda de nadie, después de varias sesiones de reentrenamiento de sus piernas en las que prácticamente tuvo que volver a aprender a caminar, cuando de pronto sintió un aroma a flores en el aire y una extraña calidez que envolvía su cuarto por completo, que la hizo voltear de inmediato con el corazón encogido de gozo.
Alli frente a ella sonriendo dulce y cálidamente se encontraba la hada mas hermosa que se pueden imaginar. Su cabello largo y ondulado que estaba adornado con flores, caía como una cascada dorada hasta mas debajo de su cintura y sus ojos que parecían irradiar una peculiar luz, eran de dos colores, el ojo izquierdo de un ámbar casi dorado y el derecho de un verde claro brillante. Sus facciones eran hermosas y delicadas y su fina silueta estaba cubierta por un sencillo vestido largo de color seda dorado con detalles en verde que hacían realzar su belleza.
Tundra se quedo quieta sin saber qué hacer, allí frente a ella estaba Freya, la persona que más quería, que mas añoraba ver desde que había sido liberada y de la que solo sabía que estaba atendiendo asuntos en su país y que por eso no la había venido a ver. Cada vez que escuchaba eso algo parecido a la tristeza le inundaba el pecho pues creía que su querida amiga la había olvidado después de haber pasado tantos años encerrada.
Sin embargo no fue necesario que hiciera nada púes Freya de inmediato se acerco a ella y arrodillándose para quedar a la altura de la pequeña, la abrazo con una ternura y amor que Tundra solo podía sentir con sus abrazos. Fue como si algo la bañara completamente con agua tibia y limpiara todo el dolor que había estado reprimiendo desde que había salido de aquel sitio. Y es que a nadie le había dicho lo que había sentido y vivido cuando estuvo encerrada, a nadie le había dicho lo mucho que le aterraba aun el solo recordar aquel sitio con el que aun soñaba en las noches. No podía, ni siquiera con Salin que dormía con ella todas las noches y se daba cuenta de sus pesadillas le había podido decir la verdad sobre estas, aun cuando se podía imaginar que su amigo intuía de que se trataba. Con fuerza se abrazo a Freya y empezó a llorar como nunca lo hacia delante de ninguna otra persona que no fuera ella, liberando toda la angustia que tenia contenida en el pecho.
-Mi niña, mi pequeña mariposa..llora mi pequeña, todo lo que quieras, ya estoy aquí..-le susurró con dulce voz la hada de luz mientras la acurrucaba con ternura en sus brazos y acariciaba el negro cabello de Tundra con suavidad, sonriendo levemente al sentir como la pequeña se aferraba a su pecho y le empezaba a contar todo lo que sentía y todo lo que había pasado, el cómo se había mantenido cuerda en ese oscuro lugar, el cómo muchas veces estuvo a punto a de sucumbir a la desesperación y locura pero se resistía aun con la esperanza de verla a ella y a Salin, el cómo pudo ser libre por lo menos en sus pensamientos, en como añoraba poder sentir sus abrazos una vez mas, en lo mucho que lo había extrañado. En fin, libero todo aquello que tenia estancado en su pecho y que le impedía ser feliz de verdad.
-Freya, te extrañe..-susurró al final la pequeña Tundra despues de haber llorado un buen rato, sintiendo el confortable calor que los brazos de aquella hada le brindaba.
-Yo también mi pequeña..y me ruego me perdones..no pude hacer nada..-le contesto con tristeza Freya, sonriendo débilmente mientras le acariciaba la mejilla.
-No podías o si? si una criatura de la Luz se entromete en asuntos de los seres de la noche nunca será escuchada y no solo eso sino que también será castigada por hacerlo. Un ser de la noche debía de intervenir…eso me dijo Arden…-susurró Tundra separándose levemente para limpiarse las lagrimas y asi mirarla con una sonrisa.
-Ah..Arden..si.. el era el único que podía intervenir a tu favor..la verdad si eres libre fue gracias a el estuvo muchos meses abogando para tu liberación sabes?...-adujo Freya sonriendo mientras le acomodaba el cabello detrás de las orejas y le besaba la frente.
-No se nada pero esa persona se me hace un poco extraña siempre me queda viendo raro y aun no confió en el..-agregó la pequeña inflando las mejillas como aquellos mohines infantiles que hacen los niños cuando están a punto de hacer una pataleta, abrazándose nuevamente a Freya acomodándose en su regazo- solo te quiero a ti y a Salin no quiero que se meta entre nosotros…no necesito a nadie más mientras estén ustedes dos estaré feliz…es un metiche ¬3¬
La hada de cabellos dorados soltó una leve risita divertida ante la actitud y el comentario de Tundra, acurrucándola en su regazo se quitó el peine que llevaba prendido en el cabello y con ternura empezó a cepillarle el cabello.
-No seas tan celosa mi niña..Arden es muy bueno y amable y su corazón es tan brillante y hermoso como el tuyo…dale una oportunidad..-le regañó cariñosamente mientras continuaba con el suave cepillado de aquel cabello negro como la noche, sonrojándose levemente para agregar- seguro despues te gustara mucho..es una persona muy interesante..
-No me gusta y no me va a gustar ¬3¬-le contradijo la pequeña mientras cerraba los ojos relajada completamente al sentir el cepillado-además se que me esconde algo pero no puedo leerle el corazón como a los demás…no me gusta
-Hehe Tundra..todos tienen secretos que no queremos que los demás los sepan…no seas tan dura..además ya te he dicho que no puedes leer el corazón de las personas sin pedir permiso..no es cortes..-susurró en un leve murmullo Freya, sonriendo con dulzura al ver que la princesa cerraba sus ojos, empezando a tararear una suave y dulce melodía, como una canción de cuna, logrando que Tundra se durmiera con una sonrisa dibujada en sus labios.
-Aun no confía en ti..Arden..-susurró apenas Freya mientras le acariciaba el cabello a la durmiente Tundra, mirando hacia la puerta del cuarto, sonriendo al ver como finalmente Arden, que había estado detrás de la puerta todo ese tiempo, entraba.
-No la culpo… después de todo..no soy una persona muy confiable…-contestó con tristeza el hombre acomodando los libros que traía consigo en la mesa de noche, incapaz de mirar a Freya a los ojos.
-Arden no fue tu culpa…-fue lo único que le dijo la hada, mirándolo con ternura, o quizás un sentimiento más profundo era lo que estaba escondido tras esa sonrisa dulce, mientras levantaba en brazos a Tundra acostándola y arropándola con suavidad entre las mantas de la cama- ni lo de Tundra..ni lo de hace tiempo…no tenias como saber..
-Aun asi..no me merezco esas palabras..después de todo yo aun..te..-la miró un momento pero fue incapaz de continuar, asi que solo soltó un enorme suspiro y haciendo una respetuosa reverencia y con el rostro aun marcado de pesar y tristeza miró hacia a un lado,- em..creo que me tengo que ir, el Consejo Armony tiene una Asamblea y no puedo..faltar..-informó antes de salir del cuarto algo presuroso.
-Yo también..a pesar de todos estos años..-susurró la pelidorada mientras veía salir a Arden del cuarto, sonriendo levemente mientras continuaba mimando a Tundra.
Después de eso Freya los visitaba cuando tenía oportunidad, ya que no podía ir al reino de las sombras con regularidad como antes pues al parecer el Consejo la estaba vigilando para que no interviniera en el Reino de Kendra. A Tundra esto le molestaba ya que ese Consejo le quitaba a su amada Freya y no entendía porque no podía venir a visitarla como antes si los seres de la luz iban y venían entre su mundo y el de las noche, lo mismo las creaturas nocturnas quienes visitaban el mundo del día. Pero lo que Tundra no sabía era que su querida amiga era la Soberana de las Hadas Brillantes y actual Dama de Luz de las creaturas del dia ,y no solo eso, sino que era hermana de Kendra, por lo que no podía involucrarse con seres de las sombras abiertamente pues corría el riesgo de romper el equilibrio entre ambos mundos si intervenía en los asuntos de su hermana. Pero aun así la veía por lo menos un día a la semana, momento que esperaba con ansias y alegría.

Cap 1 ~El Encierro~ [Historia de un Hada Oscura]

El mundo mágico siempre ha tenido un equilibrio muy precario. La luz y la oscuridad siempre han estado en armonía ya que ninguna de las dos puede existir sin que el otro este presente. Es la ley natural de la vida no puede existir bien, sino existe el mal, no puede existir mal, si no existe el bien. Es por eso que el reino de lo inexistente esta dividido en el reino de la luz o del “dia”, gobernado por criaturas benéficas y puras, y el reino de la oscuridad o de la “noche”, regido por seres maliciosos y dañinos.
Y es en el mundo de la oscuridad en donde se centra este relato, más específicamente en el reino de las hadas oscuras, gobernado por la cruel reina Kendra. Allí en la noche mas oscura de todo el año, en medio de un cuarto frio y vacío en lo mas alto de un torre, una pequeña de ojos verdes esmeralda y cabello mas negro que la noche misma, abrazaba con fuerza a otro pequeño de su edad, con orejas en punta y cabello marrón y ojos azules que lloraba desconsolado.
-No es justo!! Ni siquiera se como lo hice! Fue un accidente no se controlar las llamas del inframundo!! Solo no quería que los mataran es todo!! Salin no quiero a ir a ese sitio!!-gritaba la pequeña abrazándose con fuerza temblando con miedo y angustia. Su cuerpo estaba lleno de vendas y llagas y en las heridas aun abiertas brotaba un corrosivo acido oscuro en vez de sangre que quemaba el piso, pero a pesar de eso de sus ojos no salía ni una lagrima.
-Lo se Hime-sama..no..no.. quiero que se la lleven..n-no es j-justo..Tundra-chan si hubiera una forma de tomar tu lugar yo..-tartamudeaba el pequeño elfo, llorando sin parar, apenas pudiendo hilar alguna palabra entre sus llantos y sollozos mientras abrazaba con fuerza a la hada oscura que tenía entre sus brazos y que era su ama, pero más que eso, su mejor y única amiga.
Sin embargo no pudieron seguir en sus lamentos porque la habitación se vio invadida de pronto por un ogro, dos troll y tres elfos negros, que venían armados y dispuestos a llevarse a la pequeña hada, quien al ver a esa gente en su cuarto se separo de inmediato del abrazo y adoptando una actitud orgullosa y inexpresiva los miro desafiante-
-Como se atreven a entrar en mi cuarto de esa forma!-replicó amenazante la pequeña sin dejarse intimidar por esos seres que de por si eran mucho mas atemorizantes y altos que ella, que solo representaba tener unos tres años de edad, mirándolos hacia arriba sin quitarles la vista de encima. Sin embargo cuando uno de los troll la levanto agarrándole de los negros cabellos y empezó a patalear y a exigir que la bajaran, una voz femenina, fría y melosa que provenía desde atrás de los guardias, hizo que un estremecimiento de miedo la recorriera de pies a cabeza, ahogando todo intento de resistencia.
-Deja.. de resistirte niña inútil..-susurró la reina Kendra, quien era la dueña de aquella voz escalofriante dulce, acercándose a la pequeña que aun seguía asida de los cabellos mirándola con una expresión totalmente cruel- tu existencia fue un error desde el principio debi de encargarme cuando naciste….pero ahora enmendare esa equivocación…-agregó mientras aprisionaba del cuello a la pequeña usando sus largas y blanquecinas manos, mientras el guardia lo soltaba del cabello.
-Su m-majestad..p-por favor..debe..debe de haber alguna otra forma…esa prisión es para los criminales mas peligrosos..y la princesa…es su hija..-suplicó el pequeño Salin que había sido tirado algunos metros más allá por uno de los guardias cuando trato de intervenir, postrándose a los pies de la Reina quien solo le dedicó una mirada asesina, haciendo que con un movimiento de manos un intenso fuego azul rodeara amenazante al pequeño elfo quien se levanto de inmediato esquivando aquellas llamas del inframundo que podían quemarlo hasta la nada misma.
-SALIN!!!-gritó desesperada Tundra, al borde de las lágrimas, quien miraba con horror como esas llamas rodeaban a su mejor amigo, peleando y tratando de zafarse, perdiéndose en su rostro esa expresión de neutralidad e insensible que siempre adoptaba cuando estaba frente a su madre, la Reina Kendra- hare lo que quieras!! Todo! lo que sea!! Enciérrame ahí no me resistiré!! Pero por favor te lo suplico deja a Salin!!
-Je..vaya..me gusta ese cambio de actitud…-susurro sonriéndose con un dejo de malignidad Kendra, chasqueando los dedos para que las llamas alrededor de Salin desaparecieran, a lo que de inmediato el ogro se acercó con su maza y le dio un fuerte golpe con este en el estomago, lanzándolo contra la pared inconsciente- hasta que las llamas del inframundo se congelen en tu corazón, hasta que no seas más que un estropajo inservible que sea incapaz de tomar mi lugar, te quedaras encerrada en las más profundas sombras de ese encierro eterno..-agregó mientras le apretaba el cuello con odio puro para después lanzarla a un lado.
En un rápido movimiento uno de los elfos agarró bruscamente de un brazo a Tundra al verla caer, sujetándola con fuerza al ver que luchaba para poder acercarse a Salin quien sangraba de la boca por el brutal golpe que recibió. De esa forma la arrastro poco menos, saliendo detrás de su Reina quien miro con una mueca burlona a Tundra antes de avanzar y salir de aquel cuarto donde vivía su “hija”, seguida por sus guardias. El elfo era alto y caminaba a paso rápido detrás de Kendra, por lo que la pequeña bajo a tropezones las escaleras de la torre donde siempre la tenían encerrada, sintiendo como con el agarre el brazo le empezaba a doler. Tenía el corazón encogido, no podía dejar de pensar en Salin y cuando empezó a avanzar ahora por la senda que conectaba la torre con el resto del castillo, miro hacia atrás vislumbrando la única ventana de la habitación donde había quedado su mejor amigo, herido e inconsciente. Si tal solo Freya estuviera allí. Pero sabía muy bien que esa hada de luz, a quien veía secretamente con Salin desde siempre, se había tenido que ausentar por asuntos en el Reino del Día, y cuando eso pasaba no la veía en una semana entera. Hacía que nadie podría salvarlos. Y todo porque por un accidente había descubierto que podía usar las llamas azulinas del Inframundo, requisito para gobernar. Solo porque era una posible amenaza para el gobierno de Kendra, Reina de las Hadas oscuras y actual gobernante con el Titulo de Dama del fuego entre las creaturas nocturnas, pensaban deshacerse de ella lanzándola en el sitio más oscuro y aterrador del mundo de las sombras: “El pozo de los lamentos”.
Al entrar al castillo todos los nobles incluyendo a sus hermanas que no veía nunca, miraron el grupo con curiosidad cuchicheando entre si, los rumores de que lo había hecho Tundra se habían extendido rápidamente pero a una sola mirada de Kendra se quedaron en silencio, haciendo una reverencia respetuosa por miedo a esa mujer que los gobernaba casi tiránicamente. Finalmente llegaron a una sala prohibida del castillo, una a la que nadie excepto Kendra podía entrar. El guardia que arrastraba a Tundra la soltó antes de traspasar el umbral, y haciendo una reverencia solemne a su Reina junto con los demás que los acompañaban, se retiraron de ese sitio, dejando solo a Tundra y Kendra en el umbral de aquel portón.
La pequeña trato de escapar, quería ir a ver a Salin como fuera, si algo le hubiera pasado por su causa, no...ni siquiera podía imaginar esa situación. Sin embargo no pudo hacer nada, de pronto y sin previo aviso sintió como algo frio rodeaba su cuello y la jalaba haciéndola caer. Y es que Kendra había usado una cuerda de sombras para amarrarla como un perro y evitar que escapara.
-Ibas a algún sitio inútil?-le pregunto sonriéndose con malicia jalando un poco más la cuerda para hacerla tropezar-..los perros deben de quedarse quietos..-agrego con voz melosa mientras tocaba el portón que se abrió de inmediato al reconocer a su dueña, avanzando de esta forma, arrastrando a esa niña que tanto odiaba desde el momento que nació, al interior de ese sitio lúgubre que apenas estaba iluminado por una lámpara de fierro que colgaba del techo. Era una habitación de piedra y sin ventanas y a primera vista estaba vacío a excepción de un cuadro que colgaba de la pared del fondo y que representaba una escena del Infierno, en donde miles de almas angustiadas eran torturadas por demonios que sonreían sádicamente. Al verlo Tundra, quien trataba de quitarse la humillante correa que le había puesto se quedo quieta mirando fijamente el cuadro, con escalofríos sin saber porque, ya había visto a pesar de su corta edad, cosas peores.
-Miedo?-le pregunto Kendra notando su reacción, con esa detestable sonrisa melosa dibujada en sus labios-el lugar donde te pudrirás por el resto de tus días será peor a ese..
A Tundra se le heló la sangre al escuchar las últimas palabras, pero aun así se esforzó en cambiar su expresión a una de completa neutralidad, la que siempre usaba con esa mujer para así no mostrar su miedo y angustia. Sin embargo tenía los nervios destrozados, aun estaba preocupada por Salin sin saber la suerte que correría y recién empezó a asimilar que de verdad la iban a encerrar en aquella prisión. Apretando un puño y escondiéndolo en su espalda vio como Kendra se acercaba a aquella horrible pintura y sacando una daga de entre sus ropas se hacía dos cortes en sus desnudos y blancos brazos en los que en vez de sangrar, se marcaron con extraños símbolos, al tiempo que empezaba a pronunciar algunas palabras en el lenguaje universal, del principio de los tiempos, juntando sus manos como un cáliz frente a ella formando una flama índigo que fue a quemar poco a poco el centro de aquella pintura. Tundra no pudo dejar de sentir escalofríos al percibir que a medida que el cuadro se iba quemando las imágenes que representaba parecían adquirir vida propia y podría haber jurado que llego a escuchar los lamentos de aquellas almas atormentadas, y cuando vio como al terminar de quemarse en el sitio que estaba la pintura aparecía un enorme portón color negro con bisagras rojas, dio unos pasos hacia atrás con la firme intención de huir. Sin embargo no pudo seguir retrocediendo porque de un jalón la Soberana de las hadas oscuras la hizo trastabillar y caer, extendiendo la correa de sombras para que ahora formaran grilletes en sus tobillos limitando aun mas sus movimientos.
-Ibas…a algún lado?-le preguntó Kendra sonriéndose de medio lado divertida. En verdad disfrutaba del miedo en el rostro de su hija.
Tundra no respondió, más bien se mordió los labios para no hacerlo y haciendo de nuevo un enorme esfuerzo para separar las expresiones de su rostro con lo que estaba sintiendo, solo la miró sin emociones en sus facciones, sintiéndose arrastrada un vez más hacia el interior de esa puerta que se abrió de par en par ante una orden de Kendra, hasta un pasillo que estaba iluminado por antorchas con flamas índigas apostadas en las paredes. El aire era frio y escalofriante y Kendra avanzaba a paso tranquilo, haciendo ondular su largo vestido hecho de sombras sobre el piso provocando un siseo muy parecido al de una serpiente, jalando de vez en cuando la cuerda de sombras que ataba a Tundra solo para sonreírse divertida al escucharla tropezar. A medida que caminaban las antorchas que dejaban atrás se iban extinguiendo, haciendo la oscuridad de aquel sitio cada vez mas latente y cuando finalmente llegaron al final de ese pasillo que parecía no acabar nunca, ninguna antorcha quedaba encendida y frente a ellas un enorme muro de color ébano con inscripciones y símbolos desconocidos que parecía tener luz propia, se erguía.
Rápidamente Kendra se acerco a aquel muro y con la misma daga que antes había usado para cortarse los brazos delante del cuadro del Infierno, esta vez se corto las palmas de las manos, brotando de las heridas recién hechas una espesa y rojiza sangre que al contacto con el aire, se tornaba en un peligroso ácido. Con las manos aun sangrando empezó a tocar algunos de los símbolos que están inscritos en aquel muro, que al contacto brillaban de un color rojizo. Después de hacer esto repetidas veces, dejando la pared otrora negra completamente, ahora con los símbolos rojizos marcados, se alejó un par de metros al escuchar una profunda y ronca voz que parecía provenir del muro mismo.
-¿Quiénes osáis interrumpir mi sueño?-preguntó la voz.
-Kendravenon la Reina de las Hadas oscuras, actual Dama de las Flamas del Mundo de las Sombras-respondió la mujer.
-¿Y que deseáis su Majestad, que de mi letargo eterno me venís a despertar?-
-Que tus puertas abras y se trague a la pecadora- volteo y miro a Tundra con una sonrisa burlona en los labios que ante ti vengo a presentar.
-¿Y cual es pecado que esta criatura ha osado a cometer a tan temprana edad?- siguió preguntando el muro con esa profunda voz que parecía atravesarte el pecho.
Al escuchar la última pregunta a Tundra le dio un vuelco al corazón. Era verdad, ella no había cometido ningún crimen ni pecado, no había hecho nada malo en lo absoluto. Simplemente usó su magia para poder salvar a una familia de humanos que había estado visitando a escondidas con Salin y Freya desde hacía meses. Era una linda y cálida familia. Un padre trabajador y bondadoso, una madre dulce y amorosa que acaba de dar a luz una niña y dos hijos inquieto y traviesos con los que jugaba y divertía mucho. La tarde anterior, cuando los habían ido a visitar con Salin sin Freya que estaba ausente por asuntos importantes, vieron como casa estaba siendo atacada por trolls y sin pensarlo demasiado se metió como pudo al interior donde la familia estaba refugiada. Cuando se dio cuenta de que los estaban por asesinar sin saber aun como materializó flamas azules de sus manos y pudo de esta forma espantar a aquellos seres, pero después de eso todo se había tornado confuso y lo último que recordaba fue que había sentido un intenso dolor en la nuca por el golpe de la maza del único troll que no huyo de inmediato e inmediatamente todo se volvió negro. Después de eso despertó en brazos de Salin en esa oscura y fría torre que era su habitación escuchando a medias la orden de un duende que leía una proclamación real, en donde la condenaba a sufrir por la eternidad en el pozo de los lamentos bajo el cargo de haber usado ilegalmente las flamas del Inframundo. Sin embargo las intenciones reales tras ese dictamen era obvias. Se querían deshacer de ella. Si ese muro preguntaba cual era su pecado tal vez fuera imparcial pues haber usado esas llamar había sido un accidente, ni siquiera sabía como lo había logrado. Por un segundo una leve esperanza inundo su corazón y ya iba a hablar en su defensa cuando Kendra contesto en su lugar.
-Su pecado, es haber usado ilegalmente las flamas índigo del Inframundo para quemar vivos a una familia de humanos.
-Que…?-pregunto atónita la pequeña quien al oír esas palabras sintió que le apuñalaran el corazón. Los había….matado?..Por un segundo pudo recordar cómo antes de perder el conocimiento todo se había tornado azul por sus llamas que se habían salido de control y pudo escuchar una vez más los gritos desesperados de aquello a los que había deseado proteger.
-Oh…estas llorando mi niña..-le susurro sarcástica la reina mientras le limpiaba con fingida dulzura las lagrimas que ya era incapaz de contener-fuiste muy mala..pero mami no está enojada..si te portas bien quizás mueras pronto en ese lugar-agregó sonriendo mientras con un brazo indicaba al muro, que se había abierto al oir el pecado cometido ,dejando ver en su interior un espacio cubierto por las mas frías tinieblas.
Tundra ni siquiera se resistió al sentir que era lanzada a ese sitio, cayendo en medio de las sombras mirando con los ojos llenos de lágrimas aquello que sería lo último en ver en mucho tiempo. La sonrisa llena de satisfacción de aquella mujer que era su madre desapareciendo tras una rendija de luz.
Y cuando la rendija se cerro, las tinieblas la envolvieron. Por lo general se sentía cómoda y segura entre las sombras pero esta oscuridad era muy distinta. Aun con su penetrante mirada que podía ver las sombras más oscuras no podía ver nada incluso llego a pensar de que había quedado ciega. El suelo de aquel sitio era viscoso no era solido y con escalofríos sintió como algo siseaba a su alrededor como si estuviera rodeada de serpientes invisibles que se les subían por las piernas haciéndola sentir escalofríos al sentir lo frio y viscosos de aquello que no era nada más que la oscuridad de ese sitio que tenia voluntad propia, envolviéndola, atándola frenando todos sus movimientos dejándola completamente inmóvil. Quiso gritar pero en el momento de abrir la boca pudo sentir como algo espeso se le metía por la garganta, ahogándola, impidiéndole hablar o susurrar siquiera. Y el silencio se hizo de pronto. Nadie sabe lo que es en verdad el silencio siempre hay un sonido casi imperceptible a nuestro alrededor, una muda pero presente señal de que no estás solo, de que hay vida a tu alrededor. Pero es sitio era muy distinto. Este silencio era real y total y Tundra incluso era incapaz de sentir el latido de su propio corazón lo que le hizo dudar de su propia existencia. Y la tortura comenzó. No una física sino una psicológica y emocional. Encerrada allí la pequeña Tundra no podía ver, hablar o mover siquiera un músculo de su pequeño y aun frágil cuerpo. Su mente se arremolinaba de visiones de muerte, de dolor y sufrimiento, su cuerpo estremecía en espasmos de desespero por el escalofriante miedo que la recorría de pies a cabeza amenazándola con hacerle perder la cordura. Pero lo único que podía hacer era llorar, llorar hasta que las lágrimas se le acabaron. Y sin embargo no se rendía, no se quería entregar a la muerte. Una leve luz de esperanza aun se alojaba en su intocable corazón. Freya. Aquella hada que la había cuidado desde que era una bebe, que a escondidas de Kendra la mimaba, le daba amor, le enseñaba cosas y le regalaba aquella sonrisa que hacía que su marchito corazón se entibiara. No..no se podía rendir, no se podía entregar así nada mas a la desesperanza y a la locura, sin pelear sin resistirse hasta el final. Además estaba Salin. Aquel elfo que había estado a su lado desde siempre, desde que nacieron, que le fue entregado como sirviente de toda la vida desde el momento en que nacieron, el mismo día, a la misma hora. No.. no se podía dejar vencer por esa oscuridad, tenía que sobrevivir de algún modo, mantenerse cuerda de algún modo. Así que soñó. En ese lugar, entre esas sombras que se apoderaban de cada fibra de su ser, que tocaban y tensaban cada cuerda de sus miedos, en ese pozpo de oscuridad que le impedía dormir o descansar, pudo ser libre en su mente, soñando despierta con un sitio donde Freya, Salin y ella estuvieran juntos por siempre, riendo, haciendo travesuras como una familia humana, libre completamente, sin ataduras, sin que la existencia de Kendra importara siquiera. Un sitio donde pudiera sentir la calidez del sol sin que le abrasara la piel, un sitio donde podía disfrutar de las flores, de perseguir liebres. Un sitio donde incluso podía esperar a crecer y conocer ese sentimiento llamado amor que le escucho mencionar a Freya alguna vez. Un sitio donde pudiera ser feliz sin que nadie le recriminara por ello. Y de esa manera espero, espero a que alguien la sacara de allí y pudiera permitirle hacer realidad su sueño.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Cap 1 - El destierro ~Tercera parte~ [Historia de un Elfo Negro]

Solo se dio cuenta cuando estuvo dentro de aquella engañosa gruta, el olor a sangre y muerte que tan bien conocía y que por alguna extraña razón no salía afuera del cueva, quizás para no alertar a los ingenuos, le revelo la verdad. Ese lugar era el sitio de donde algún ser maligno se alimentaba los restos de cadáveres de todo tipo, incluyendo algunos putrefactos cadáveres humanos lo delataba. Estaba en la cocina de alguien y eso no era bueno en ningún sentido por lo que rápidamente trato de escapar de ese lugar. Pero era demasiado tarde ya que la salida había desaparecido sumiendo esa cueva en la mas absoluta oscuridad. Estaba atrapado hasta que el responsable de esa carnicería de ahí dentro apareciera seguramente para transformarlo en algún aperitivo.
-Esto..es muy malo..-susurró el pequeño pensando en alguna forma de escapar de esa trampa consciente completamente en que no le seria fácil salir de ahí a menos que el dueño de ese sitio que había puesto la barrera trampa, lo dejara. Asi que pensando y pensando se acurruco como si nada en medio de los cadáveres putrefactos esperando e ideando su plan de escape.
Un ruido ensordecedor parecido a rocas deslizándose lo despertó del sueño en el que inevitablemente había caído. La cueva se ilumino levemente y por el tipo de claridad se dio cuenta de que ya había anochecido pues los rayos que distinguían eran de luna. Sin embargo pudo apreciar esta luminosidad solo por un segundos pues de inmediato el lugar volvió a oscurecerse y unas enormes y viscosas manos envolvieron en su cuello asfixiándolo. Era un ogro, un inmenso y horrible ogro de piel verde palido que se veía horroroso y asqueroso bajos los rayos de luna, sus ojos, dos cuencas blancas y lagañosas le veían con malicia e instinto asesino. Sin embargo y eso lo sabia bien el pequeño, los ogros eran conocidos por su egocentrismo que rayaba en lo ridiculo haciéndoles muy vulnerables a la hora de pensar.
-S-s..señor..Dr.draronte….?-susurró apenas en un quejido el elfo sintiendo su respiración fallar ya por el agarre en el cuello, aun temblando de miedo pero decidido a escapar de allí. Y es que había supuesto que era ese ogro de quien l habían “advertido” aquellos duendes burlescos y maliciosos - el re…reconocido..ahh agg..señor ..d-de…d..de egte bosgque?
Cuando escucho las palabra “reconocido señor del bosque” el ego del aquel ogro se elevo por los aires, soltando del agarre a su pequeña e imprevista “cena”, bajándolo al piso tomandolo ahora solo del hombro para evitar que saliera corriendo-Veo que has oído de mi..-contestó el sonriendo, dejando ver sus podridos dientes, mirándolo fijamente- no eres tan idiota como pensé la venir a meterte a mi “comedor”
-Cla-claro que no…su majestad..-susurro el pequeño recuperando el aire como podía, adoptando una actitud lo mas aduladora posible –Mi nombre es Ardenlyon, hijo del Rey de los Elfos Oscuros, Darkar, -agregó haciendo una reverencia respetuosa- sus proezas y gran poder ha llegado hasta el nuestro reino el Gran Bosque Negro y mi padre me ha enviado para presentarle mis respetos..
-Ja! El rey de Darkar? He oído de el pero…-lo mira y lo levanta desde el cuello de su vestimenta para acercarlo hasta su rostro y olisquearle el cuello y despeus darle una larga lamida- si, hueles como el pero tu olor se mezcla con un asqueroso pero delicioso aroma humano y sabes también a humano.. (si es contradictorio lo se e___e-notas de autora XD-) supongo que te envio para servirme, asi que desde ahora seras mi esclavo…-agrego dándole una mirada maligna, seguro de que ese Rey le había enviado un sirviente para mostrarle sus respetos (aja asi de egocéntrico era XD-notas de autora-)
Arden se estremeció con la lamida, estaba consciente de que ese ogro sabría que tenia sangre humana corriendo por sus venas pero el hecho de que reconociera también la esencia de elfo heredado de su padre y mas encima, que conociera a su “padre”, era algo incluso mejor de lo que había planeado. Sus planes estaba marchando sobre ruedas, solo debía de hacer tiempo hasta que casi amaneciera para seguir con la siguiente fase.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Cap 1 - El destierro ~Segunda parte~ [Historia de un Elfo Negro]

Sin embargo la muerte parecía estar enemistada con el, pues con los tibios rayos del sol matutino, despertó. Aun seguía vivo su herencia maligna lo hacia fuerte y no iba a sucumbir ante algo tan sencillo. Con pesadez abrió los ojos y miro el cielo, aquel cielo que ya no quería ver y suspiro con pesadez incorporándose con dificultad. No sabia porque había despertado lo único que deseaba era que todo terminara, acabar con esa tristeza y opresión que sentía en su alma. Toda su vida había sido asi, simplemente no pertenecía al mundo de los humanos ni al reino de la oscuridad. Su madre, una humana que había sido violada por el rey de los elfos oscuros lo rechazo de inmediato desde el momento en que nació y lo abandono en el bosque con la esperanza de que esa “abominación” muriera devorada por las bestias. Y sin embargo sobrevivió, la muerte desde entonces lo esquivaba. Su padre biológico lo crio desde ese día, si es que a eso se le podía llamar criar a un niño pero aun así y pesar del trato que había recibido durante su corta vida, aun tenía la esperanza de ser tratado como igual después de la ceremonia de iniciación y asi poder ser reconocido en su clan. Pero ya todo había terminado. No había pasado la prueba y ahora estaba desterrado sin lugar donde ir sin propósito para vivir. Pero aun sus instintos básicos le impedían morir, la naturaleza de lo que esta vivo era seguir estándolo así que levantándose como si fuera un muerto en vida, busco algún rio para beber y limpiarse las heridas que ya se habían infectado haciéndolo tener algo de fiebre.
Cerca de allí había un arroyo, lo supo por el sonido del agua que corria entre las piedras, así que arrastrando los pies y viendo un poco borroso se acerco y se sentó de rodillas en la orilla para poder beber y limpiar sus heridas como pudiera aun con el riesgo de empeorar la situación o morir envenenado. Sin embargo quedo sorprendido al ver el agua cristalina, ya que era un rio muy distinto a los que conocía. Esos apestaban a inmundicia y muerte pues ahí echaban los restos de los seres que se devoraban y además como el reino era compartido por la estirpe de hadas oscuras, a veces el lago era pura sangre y se tornaba negro y corrosivo. En cambio el agua de ese pequeño riachuelo era claro y puro, incluso se sentía una agradable olor a frescura con tan solo acercarse. Con algo de curiosidad el pequeño junto sus manitas para poder tomar un poco y al probarla una sensación de tranquilidad lo invadió de pies a cabeza como si esa agua invadiera cada célula de su ser purificándolo y refrescándolo haciendo que la inminente fiebre desapareciera. Era una sensación tan extraña, tan.. calida pero a la vez tan fresca… que hizo que se cayera para atrás anonadado. Para un ser como el que siempre vivió en la oscuridad y miseria ese sentimiento era algo abrumador así que quedándose quieto unos momentos con los ojos cerrados, trato de calmar sus sentidos. Sin embargo un casi imperceptible ruido entre los arbustos hizo que despertara de su ensueño. Había escuchado una leves risillas asi que levantándose y mirando a su alrededor atento a cualquier sonido y/o esencia, se quedo quieto y en alerta. Y finalmente encontró el origen de aquellas risillas burlonas encima de dos enormes hongos. Dos pequeños duendes reían traviesos y con una mirada algo perversa mirándolo desde sus posiciones atentamente. Su piel era oscura y sus ojos rojos, sus orejas puntiagudas estaban cubiertos por un pequeño sombrero, no sobrepasando el medio metro de altura se reian divertidos viendo al pequeño malherido.
-Jajaja vas a morir y las cuervos te arrancaran los ojos y los lobos comerán tu carne haha-decian al unisono riendo malévolos como si fuera la cosa mas graciosa del mundo.
-N..n-no voy a morir…-susurro el pequeño elfo olvidando por un momento que hacia solo unas horas era lo que mas deseaba. Y es que esas criaturas le dijeran cual iba a ser su destino lo hizo automáticamente querer negar ese final, como el efecto que tiene la mentalidad a la inversa. Era eso o esa agua le había otorgado deseos de vivir pero la verdad era que ahora lo que menos quería era morir.
-Jajaj un pequeño elfo, perdido en el bosque, solo es comida para el señor Draronte-empezaron a canturrear los duendes levantándose de sus sitios para ir a danzar de forma grotesca alrededor del elfo en son de burla.
-S-señor Draronte?..y el quien es?!-pregunto el pequeño algo intimidado dando vueltas sintiéndose acorralado con las danzas y las risas de esos seres aunque tenia mas que claro que no le podrían hacer daño, por lo que trató de mostrase lo mas seguro de si mismo posible. A pesar de todo era un elfo negro, bueno, medio elfo negro por parte de su padre, pero de todas formas se sabia defender, aunque en ese estado debía de tener cuidado. Despues de beber de esa agua que parecía tener propiedades mágicas se sentía extrañamente reanimado como si toda su existencia hubiera cobrado algún nuevo significado.
-Jijij el señor de este bosque y si no vuelas como colibrí te comera con aji-recitaron los duendes aun con esa actitud pero sin mas se alejaron corriendo entre la maleza, desapareciendo entre esta dejando huellas de color mora en el pasto
-O.O se fueron…-susurro quedito el pequeño mirando las huellas con curiosidad. Sin embargo no tenia ni un deseo de averiguar adonde habían ido ni tampoco de ser comido con aji por nadie, así que mejor emprendió rumbo hacia un lugar seguro. Se manejaba en el bosque no por nada había crecido en uno de los mas peligrosos por lo que avanzando con gran facilidad pudo encontrar una cueva en la que poder refugiarse. Sin embargo la mala suerte lo perseguía pues esa cueva era el peor lugar para esconderse.

martes, 3 de mayo de 2011

Cap 1 - El destierro ~Primera parte~ [Historia de un Elfo Negro]

Entre las escalofriantes tinieblas del Bosque oscuro, un lugar que emanaba muerte y desesperación, un pequeño niño de no mas de cinco años lloraba escondido en el tronco hueco de un enorme árbol negro que estaba en el limite de ese lugar. Su apariencia era lamentable, vestido con harapos que tenían rastros de barro y sangre, sus orejas puntiagudas era lo único que delataba su herencia elfica. Habia sido desterrado de su pueblo pues había fallado en la prueba de iniciación para ser reconocido como una elfo de la oscuridad al no poder asesinar y devorar las viseras de una niña humana. Eso había sido el fin para el. A pesar de su corta edad ya había tenido que soportar el rechazo de toda su tribu pues se sabia que por sus venas corria sangre humana, lo que era una verdadera vergüenza entre su gente y por eso la prueba de iniciación era tan importante ya que si lograba demostrar que no tenía ni un asomo de piedad en asesinar y devorar a un inocente podría ser reconocido como un verdadero elfo oscuro y asi ya no lo discriminarían. Pero no había podido. Y es que solo ver la expresión de miedo y angustia de esa pequeña que había sido guiada hasta allí engañada por las ilusiones de sus hermanos le había hecho estremecer el corazón y esa piedad le había hecho merecedor de una verdadera paliza de parte de su clan. Y no solo eso si no que la niña fue asesinada brutalmente frente a sus ojos sin poder hacer nada para poder impedirlo. Sin embargo no había sido asesinado en castigo. Después de todo ser hijo del jefe y guardian del bosque negro había servido para algo.“Solamente” lo torturaron un par de días y lo habían desterrado del Bosque Negro, dejándolo moribundo en el limite de su reino, cerca del rojo lago de sangre.
-No..snif snif..no me puedo quedar snif..aqui..-susurro finalmente el pequeño aun sollozando por las heridas infringidas por su propio padre, levantándose para poder salir finalmente de aquel bosque negro que habia sido su hogar, si es que se le podía llamar asi, en sus cortos cinco años. Atrás dejó aquellos arboles de extraña corteza negra y siempre rojas hojas, los pantanos que eran fuente de desperdicio y muerte, los senderos escabrosos que llevaban a miles de trampas y falaces ilusiones para engañar a los viajeros. Atrás dejo el reino de los elfos negros y de las hadas oscuras, de las fatídicas banshes y las vengativas y orgullosas veelas. A cada paso que daba no solo se alejaba de aquel bosque de perdición, sino que sin darse cuenta también se alejaba de todo aquello que era malo y oscuro en su corazón.
Camino durante días a veces consciente y otras veces no tanto solo con el pensamiento de que se debía alejar lo más rápido posible de aquel lugar, con la idea de nunca más volver. Finalmente una noche de luna llena después del sexto día caminando sin detenerse ni para descansar o comer y ya agotadas sus fuerzas, se detuvo en un claro. Era un bosque muy diferente al que había dejado atrás, este era pacifico y lleno de vida y aun bajo el cielo nocturno se veía relajante y pacifico, algo hasta entonces impensable para el infante.
-No..es un mal lugar para morir..-susurro el pequeño acurrucándose en pasto, oyendo a lo lejos el aullido de varios lobos que le proclamaban sus respetos a su madre la luna. Poco a poco empezó a cerrar los ojos hundiéndose en ese dulce sopor pacifico preludio de la muerte. Los sonidos se hacían lejanos y todo ese bosque y toda la vida que había tenido se iban haciendo cada vez más ajenos como si no le perteneciera como si todo eso hubiera quedado muy atrás y hubiera ocurrido hace mucho tiempo. Su mente se nublaba y ya no sentía ni dolor ni tristeza solo un pacifico sentimiento de resignación ante lo que ya creía inevitable, asi que se hundió sin oponer resistencia en ese dulce sueño que amenazaba con no dejarlo despertar mas.