sábado, 28 de mayo de 2011

Cap 2 ~ Hada de Luz~[Historia de una Hada Oscura]

Nunca supo cuanto estuvo encerrada. En medio de esas sombras absolutas el tiempo parecía algo ínfimo y sin importancia. Solo sabía que pareciera que hubiera vivido una vida y otra, que ya ni siquiera era consciente de su cuerpo y que incluso había olvidado el sonido de su propia voz. Y sin embargo su corazón se estremeció cuando algo inusual pasó. Escuchó o creyó escuchar un casi imperceptible ruido provenir desde algún sitio, ya no estaba segura de nada. Después de tanto tiempo sin escuchar sonido alguno aquella leve señal de que algo pasaba era casi imposible de imaginar. Y sin embargo el sonido se repitió y no solo eso sino que una leve luz, como el que se filtra de una rendija, iluminó después de tantos años ese sitio. Era un viso de luz casi insignificante pero a los ojos de la pequeña que no había visto nada mas que oscuridad desde hacia tanto tiempo no diferenciando ya el tener los ojos abiertos a tenerlos cerrados, fue como un brillo casi enceguecedor que la obligo a cerrar los ojos. Y no solo eso pasó. Sino que las sombras que la ataban y envolvían dejaron su amarre y la dejaron caer en el piso que ahora era solido, cayendo de forma seca incapaz de mover sus atrofiados músculos. Simplemente no se lo podía creer. ¿Acaso por fin podría salir de ese sitio? ¿Acaso por fin los sueños que tenía y que era lo único que lo mantenía cuerda en ese pozo de desesperanza se harían realidad? Era demasiado bueno para ser verdad. Por eso cuando sintió que unos brazos la alzaban con cuidado y escuchó la voz de un hombre susurrarle palabras que no fue capaz de entender por el aturdimiento que aun sentía, simplemente pensó que debía de ser otra de las alucinaciones que ese sitio la hacía ver, por lo que cerró los ojos y por primera vez en todo el tiempo que estuvo encerrada, se quedo dormida profundamente.
Cuando despertó y abrió los ojos, por un momento se asustó. Vio el techo raso de la cama con cortinas en la que estaba durmiendo. ¿Viendo? ¿Estaba viendo?. El darse cuenta de eso la aterro por unos segundos. Y es que para alguien que no había sido capaz de ver absolutamente nada durante tanto tiempo el darse cuenta de pronto que podía ver algo que no fueran sombras fue un verdadero sobresalto. Y no era lo único que la aturdía en todos los sentidos. Podía percibir con el tacto de sus manos la suavidad de las sabanas de seda en donde estaba recostada, podía sentir el imperceptible brillo que entraba por la ventana del cuarto donde la tenían, podía escuchar la tranquila respiración de alguien que parecía estar durmiendo.. ¿Alguien durmiendo? Al darse cuenta de lo último movió ligeramente la cabeza para ver a su lado y vio a un chico de no más de siete años, de cabello marrón y orejas puntiagudas arrodillado en el piso, con la cabeza apoyada en sus brazos a modo de almohada en el borde de la cama justo a su lado durmiendo. Tundra no pronunció una palabra pero algo en aquel chico se le hacía familiar y un sentimiento de nostalgia y calidez la invadió de pronto.
-Parece que ya pudo despertar..Hime-sama..-le habló una voz masculina de algún lado, y al girar esta vez con mucha lentitud la cabeza hacia el frente, Tundra pudo darse cuenta que aquel chico no era el único además de ella que estaba en ese cuarto.
Un hombre que parecía mayor no por su apariencia, que no representaba a alguien mayor de 25 años, sino por su mirada que parecía rebosar sabiduría y gentileza estaba sentado en un taburete justo frente a ella. Su cabello negro relucía bajo la tenue iluminación del cuarto y en sus manos sostenía un pocillo que tenía una extraña sustancia cuyo olor dulzón estaba empezando a envolver el cuarto. Pero eso no fue lo que mas le llamó la atención a Tundra. Lo que si le llamó la atención fueron sus ojos, verdes esmeralda iguales a los que recordaba tener ella.
-Arden..-sama?-susurró el chico a su lado despertando y refregándose los ojos azules, aun medio adormilado, quien se quedó viendo fijamente un momento a la princesa que ya estaba despierta sin reaccionar- Tundra-chan!!!!- exclamó después de unos segundos de silencio subiéndose a la cama de un salto para abrazar con delicadeza, llorando de emoción y alegría, a la aturdida Tundra que no sabia como reaccionar al sentirse abrazada de pronto con tanta efusividad por aquel “desconocido” niño.
-Salin no abraces así a Hime-sama la puedes lastimar, su cuerpo aun se ha repuesto del todo y aun necesita descansar…- le regañó Arden con voz comprensiva y paternal , levantándose de su lugar, dejando a un lado en la mesita de noche el pocillo que tenia en las manos, para luego sentarse al lado de Tundra y acariciarle el cabello con suavidad. Salin, que era el chico que no había logrado reconocer pues el paso del tiempo lo había hecho crecer y cambiar un tanto, obedeció de inmediato y se separó de ella limpiándose las lagrimas que sin más dejaba correr por sus mejillas.
La pequeña trató de incorporarse para poder verlos mejor y así enterarse de lo que estaba pasando, pero su cuerpo parecía que no quería hacerle caso y sin embargo aquellas caricias en el cabello la relajaban a un punto que sentía todo su cuerpo atrofiado y frio invadirse por una calmada calidez. Quiso hablarles y preguntar cómo es que la habían dejado salir, quería preguntarle a ese niño si en verdad era su Salin, preguntarle a aquel hombre si él había sido el que la había sacado de ese sitio horrible, quería agradecer de alguna manera, pero no pudo. No recordaba cómo era que se pronunciaban las palabras, tanto tiempo en silencio la habían hecho olvidar el cómo se hablaba. Así que lo único que pudo hacer en esos momentos fue sonreír. Sonreír como hacia tanto no lo hacía y llorar por primera vez de felicidad.
Y así se quedaron algunos minutos sin pronunciar palabras, que no eran necesarias pues las emociones solo se reflejaban en sus rostros. Ella, sonriendo y llorando a la vez de felicidad al igual que Salin que no paraba de llorar tampoco, y aquel hombre que solo sonreía con calidez y derramaba también algunas lágrimas sin dejar de acariciarle con ternura el cabello a la pequeña princesa. Y fue este ultimo quien finalmente interrumpió ese momento después de inclinarse y darle un gentil beso en la frente a Tundra.
-Debe de descansar un poco mas Hime-sama…su cuerpo aun esta débil-susurró con ternura mientras Tundra iba sintiendo aquel olor dulzón que emanaba el pocillo que estaba casi a su lado intensificarse cada vez más, haciendo que se sumiera en un profundo y reparador sueño.
-¿Arden-sama..Hime-sama va a estar bien verdad?-preguntó como por enésima vez Salin, quien al ver que su querida amiga se quedaba dormida una vez más la arropaba con suavidad. Aun quedaban rastros de lagrimas en sus infantiles ojos mientras miraba a Arden respetuosamente.
-Estuvo en ese sitio por mas de 4 años de los nuestros..y eso significa más de 20 años humanos lo que es demasiado tiempo para una niña tan pequeña Salin..tardara algunas semanas en restablecerse -le respondió Arden mientras tomaba un poco de la medicina que tenía en el pocillo y que emanaba ese olor dulzón, y se lo untaba en los labios a la dormida Tundra-si tan solo lo hubiera sabido antes…-murmuró apenas con el rostro apesumbrado.
Justo en ese momento entro en la habitación Kendra, sin su sequito de guardias, que con expresión fría y pedante miro hacia la cama donde dormía la pequeña de la que había pensado deshacerse al fin hacia tantos años. Al verla Salin tembló de miedo y en automático se fue a sentar justo al lado de Tundra abrazándola con temor a que hiciera lo mismo de aquella noche en que se llevo a su querida princesa a ese horrible lugar.
-Kendra no lo puedes tocar asi lo estableció el consejo de Armony en la ultima Asamblea General-le dijo Arden parándose frente a la cama entre Tundra y Kendra, mirándola con calma y expresión seria sin intimidarse en lo mas mínimo ante aquella mujer que inspiraba terror entre las peores creaturas de la oscuridad-de hecho, el que hayas salido indemne después esconder su existencia y su habilidad para controlar las flamas del Inframundo fue un crimen del que saliste bien librada
-Oh..Arden querido...¿ es lo único que me vas a decir después de todos estos años separados?-le susurro Kendra melosamente a los oídos, cambiando su expresión fría a una seductora y sensual mientras le rodeaba el cuello con un brazo y le delineaba los labios cambiando ahora su apariencia a la de una hada de cabellos dorados como el sol y ojos de dos colores, uno de color miel y el otro verde claro que le sonreía con algo que se podía confundir con dulzura- o me vas a decir que no me extrañaste...
Arden ni se inmutó siquiera con las provocaciones. Solo la miró con completa indiferencia y con toda la calma del mundo se zafó del abrazo que le rodeaba el cuello mirándola directamente sin caer en sus trampas de seducción como ya lo había hecho una vez.
-A esta pequeña no vas a tocar mientras yo esté aquí-le dijo mirándola a los ojos sin bajar ni desviar la vista, sin cambiar el tono calmado de su voz- y deja de disfrazarte como Freya es patético.
Ante tal insulto la Reina volvió a su apariencia real emanando su aura maligna que enfrió a tal grado aquella habitación que al respirar se podía ver aquel vapor que se ve cuando hace mucho frio. Sin embargo sabía que no podía ir en contra del Consejo que establecía el equilibrio entre los mundos de las creaturas del día y de la noche, por lo que solo lanzo una ráfaga de energía maligna a aquel hombre que osaba desafiarla a tal grado, lanzandolo contra la pared y dando media vuelta salió del cuarto furiosa, dando un portazo.
Arden suspiró aliviado de ver que esa arpía por fin se había ido aun en el suelo y con algunas marcas de raspaduras por el golpe. Pero eso no era nada asi que levantándose como si ese ataque hubiera sido algo de lo mas normal, se acercó a Tundra que dormía sin enterarse de nada y a Salin que aun temblaba de miedo, para proceder a tratar a aquella pequeña de la que se había enterado de su existencia solo unos meses atrás y que sin embargo estaba conectada con el de un forma que aun no podía creer. Por lo menos a ella había logrado sacar de aquella prisión de los pecadores hablando y apelando ante el Consejo Armony. Ahora solo quedaba cuidarla y tratar de enmendar en alguna medida los errores que había cometido en el pasado tratando de expiar sus culpas en algún modo.
Dos meses pasaron antes de que Tundra se pudiera recuperar lo suficiente como para poder hablar y moverse nuevamente con normalidad. La primera vez que se vio en un espejo después de que finalmente era libre se sorprendió al ver que había crecido tanto, ya no tenia el aspecto de una niña de tres años que era como se recordaba, el tiempo había pasado y ahora era una niña de siete años, un poco pequeña para su edad y mas baja que Salin pero aun así no pensó que hubiera cambiado tanto. Y es que en ese sitio el tiempo parecía correr de una forma distinta No dejaba de ver su reflejo en el espejo de su cuarto aprovechando que estaba sola, parada sin la ayuda de nadie, después de varias sesiones de reentrenamiento de sus piernas en las que prácticamente tuvo que volver a aprender a caminar, cuando de pronto sintió un aroma a flores en el aire y una extraña calidez que envolvía su cuarto por completo, que la hizo voltear de inmediato con el corazón encogido de gozo.
Alli frente a ella sonriendo dulce y cálidamente se encontraba la hada mas hermosa que se pueden imaginar. Su cabello largo y ondulado que estaba adornado con flores, caía como una cascada dorada hasta mas debajo de su cintura y sus ojos que parecían irradiar una peculiar luz, eran de dos colores, el ojo izquierdo de un ámbar casi dorado y el derecho de un verde claro brillante. Sus facciones eran hermosas y delicadas y su fina silueta estaba cubierta por un sencillo vestido largo de color seda dorado con detalles en verde que hacían realzar su belleza.
Tundra se quedo quieta sin saber qué hacer, allí frente a ella estaba Freya, la persona que más quería, que mas añoraba ver desde que había sido liberada y de la que solo sabía que estaba atendiendo asuntos en su país y que por eso no la había venido a ver. Cada vez que escuchaba eso algo parecido a la tristeza le inundaba el pecho pues creía que su querida amiga la había olvidado después de haber pasado tantos años encerrada.
Sin embargo no fue necesario que hiciera nada púes Freya de inmediato se acerco a ella y arrodillándose para quedar a la altura de la pequeña, la abrazo con una ternura y amor que Tundra solo podía sentir con sus abrazos. Fue como si algo la bañara completamente con agua tibia y limpiara todo el dolor que había estado reprimiendo desde que había salido de aquel sitio. Y es que a nadie le había dicho lo que había sentido y vivido cuando estuvo encerrada, a nadie le había dicho lo mucho que le aterraba aun el solo recordar aquel sitio con el que aun soñaba en las noches. No podía, ni siquiera con Salin que dormía con ella todas las noches y se daba cuenta de sus pesadillas le había podido decir la verdad sobre estas, aun cuando se podía imaginar que su amigo intuía de que se trataba. Con fuerza se abrazo a Freya y empezó a llorar como nunca lo hacia delante de ninguna otra persona que no fuera ella, liberando toda la angustia que tenia contenida en el pecho.
-Mi niña, mi pequeña mariposa..llora mi pequeña, todo lo que quieras, ya estoy aquí..-le susurró con dulce voz la hada de luz mientras la acurrucaba con ternura en sus brazos y acariciaba el negro cabello de Tundra con suavidad, sonriendo levemente al sentir como la pequeña se aferraba a su pecho y le empezaba a contar todo lo que sentía y todo lo que había pasado, el cómo se había mantenido cuerda en ese oscuro lugar, el cómo muchas veces estuvo a punto a de sucumbir a la desesperación y locura pero se resistía aun con la esperanza de verla a ella y a Salin, el cómo pudo ser libre por lo menos en sus pensamientos, en como añoraba poder sentir sus abrazos una vez mas, en lo mucho que lo había extrañado. En fin, libero todo aquello que tenia estancado en su pecho y que le impedía ser feliz de verdad.
-Freya, te extrañe..-susurró al final la pequeña Tundra despues de haber llorado un buen rato, sintiendo el confortable calor que los brazos de aquella hada le brindaba.
-Yo también mi pequeña..y me ruego me perdones..no pude hacer nada..-le contesto con tristeza Freya, sonriendo débilmente mientras le acariciaba la mejilla.
-No podías o si? si una criatura de la Luz se entromete en asuntos de los seres de la noche nunca será escuchada y no solo eso sino que también será castigada por hacerlo. Un ser de la noche debía de intervenir…eso me dijo Arden…-susurró Tundra separándose levemente para limpiarse las lagrimas y asi mirarla con una sonrisa.
-Ah..Arden..si.. el era el único que podía intervenir a tu favor..la verdad si eres libre fue gracias a el estuvo muchos meses abogando para tu liberación sabes?...-adujo Freya sonriendo mientras le acomodaba el cabello detrás de las orejas y le besaba la frente.
-No se nada pero esa persona se me hace un poco extraña siempre me queda viendo raro y aun no confió en el..-agregó la pequeña inflando las mejillas como aquellos mohines infantiles que hacen los niños cuando están a punto de hacer una pataleta, abrazándose nuevamente a Freya acomodándose en su regazo- solo te quiero a ti y a Salin no quiero que se meta entre nosotros…no necesito a nadie más mientras estén ustedes dos estaré feliz…es un metiche ¬3¬
La hada de cabellos dorados soltó una leve risita divertida ante la actitud y el comentario de Tundra, acurrucándola en su regazo se quitó el peine que llevaba prendido en el cabello y con ternura empezó a cepillarle el cabello.
-No seas tan celosa mi niña..Arden es muy bueno y amable y su corazón es tan brillante y hermoso como el tuyo…dale una oportunidad..-le regañó cariñosamente mientras continuaba con el suave cepillado de aquel cabello negro como la noche, sonrojándose levemente para agregar- seguro despues te gustara mucho..es una persona muy interesante..
-No me gusta y no me va a gustar ¬3¬-le contradijo la pequeña mientras cerraba los ojos relajada completamente al sentir el cepillado-además se que me esconde algo pero no puedo leerle el corazón como a los demás…no me gusta
-Hehe Tundra..todos tienen secretos que no queremos que los demás los sepan…no seas tan dura..además ya te he dicho que no puedes leer el corazón de las personas sin pedir permiso..no es cortes..-susurró en un leve murmullo Freya, sonriendo con dulzura al ver que la princesa cerraba sus ojos, empezando a tararear una suave y dulce melodía, como una canción de cuna, logrando que Tundra se durmiera con una sonrisa dibujada en sus labios.
-Aun no confía en ti..Arden..-susurró apenas Freya mientras le acariciaba el cabello a la durmiente Tundra, mirando hacia la puerta del cuarto, sonriendo al ver como finalmente Arden, que había estado detrás de la puerta todo ese tiempo, entraba.
-No la culpo… después de todo..no soy una persona muy confiable…-contestó con tristeza el hombre acomodando los libros que traía consigo en la mesa de noche, incapaz de mirar a Freya a los ojos.
-Arden no fue tu culpa…-fue lo único que le dijo la hada, mirándolo con ternura, o quizás un sentimiento más profundo era lo que estaba escondido tras esa sonrisa dulce, mientras levantaba en brazos a Tundra acostándola y arropándola con suavidad entre las mantas de la cama- ni lo de Tundra..ni lo de hace tiempo…no tenias como saber..
-Aun asi..no me merezco esas palabras..después de todo yo aun..te..-la miró un momento pero fue incapaz de continuar, asi que solo soltó un enorme suspiro y haciendo una respetuosa reverencia y con el rostro aun marcado de pesar y tristeza miró hacia a un lado,- em..creo que me tengo que ir, el Consejo Armony tiene una Asamblea y no puedo..faltar..-informó antes de salir del cuarto algo presuroso.
-Yo también..a pesar de todos estos años..-susurró la pelidorada mientras veía salir a Arden del cuarto, sonriendo levemente mientras continuaba mimando a Tundra.
Después de eso Freya los visitaba cuando tenía oportunidad, ya que no podía ir al reino de las sombras con regularidad como antes pues al parecer el Consejo la estaba vigilando para que no interviniera en el Reino de Kendra. A Tundra esto le molestaba ya que ese Consejo le quitaba a su amada Freya y no entendía porque no podía venir a visitarla como antes si los seres de la luz iban y venían entre su mundo y el de las noche, lo mismo las creaturas nocturnas quienes visitaban el mundo del día. Pero lo que Tundra no sabía era que su querida amiga era la Soberana de las Hadas Brillantes y actual Dama de Luz de las creaturas del dia ,y no solo eso, sino que era hermana de Kendra, por lo que no podía involucrarse con seres de las sombras abiertamente pues corría el riesgo de romper el equilibrio entre ambos mundos si intervenía en los asuntos de su hermana. Pero aun así la veía por lo menos un día a la semana, momento que esperaba con ansias y alegría.

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